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Actualizado: 20 feb 2018 / 20:11 h.
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La letra de Marta Sánchez ha servido para lo de siempre: echarse los trastos a la cabeza entre los que se sienten honrados de haber nacido en este trozo de la antigua Iberia y los que detestan todo lo que huela a orgullo de país.

La veterana cantante tiene todo el derecho del mundo a poner letra a la vieja Marcha de Granaderos para honrar su patria. He dicho marcha y no himno. Fue adoptada como marcha de honor por Carlos III, el mismo rey que impulsó la bandera que debería unirnos hace dos siglos y medio. A partir de ahí se enreda el asunto. Aunque la bizarra composición se haya adoptado como tal, España no tiene un himno al uso, propio de los estados conformados tras la revolución francesa o las unificaciones decimonónicas.

Lo que en esta vieja piel de toro se debería escuchar con respeto –que sólo se guarda en la milicia y la Casa Real– es en realidad una marcha de circunstancias que señalaba la entrada y salida de las reales personas. De ahí la ausencia de letra. Nació sin ella y sin ella debería perseverar. En esta tierra de María Santísima estamos acostumbrados a escuchar la Marcha Real –repito, marcha y no himno– en la salida y la recogida de las imágenes del Señor y la Virgen. No deja de ser una extrapolación del ceremonial regio –como los palios, coronas o besamanos– al culto de las imágenes. En esa línea, la hermosa Marcha de Infantes –«ya viene el pájaro» en el argot de la mili– se utiliza para saludar la salida de los santos. Olvídense de la letra y piensen en España al escucharla.