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Actualizado: 24 feb 2017 / 17:25 h.
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No se trata de acatar, esa parte del guion está críticamente superada, y resuelta por razones obvias. Lo siguiente es que este país está preguntándose, sobre si la ley puede ser tan exprimida en su interpretación, que llegue a quebrarse el principio , ese artículo 14, capítulo segundo, en su título I de la Constitución, armadura de garantías en cuanto a derechos y deberes fundamentales, que establece que todos los seres humanos son iguales ante la ley, sin que existan privilegios ni prerrogativas de sangre, o títulos nobiliarios, principio esencial de la democracia.

Inapelable debería ser que la justicia, los jueces pusieran su conciencia al servicio de la ley, el juez no es el creador de la ley, pero sí es creador de justicia, la figura de un juez aséptico puede ser muy preocupante, sobre todo cuando deben regirse por principios asumidos, como son los valores de la ley. Quizás sea una percepción, pero veo que está atravesando la piel de España, y es que parece como si la ley estuviera distorsionada, y la confianza del pueblo en sus instituciones se tambaleará, más de lo contemplado en las Monarquías parlamentarias, ese riesgo fragiliza el sistema de manera irreversible...

Y lo descaradamente involucionista y atentatorio es, como se ha violentado el principio de igualdad por razones de sexo, esa parte absolutoria de la Infanta, en la medida que se resuelve en términos de una costilla de la corona, la mujer esposa, la sentencia «Infanta», es una autentica bomba de racimo, alienta a todas las mujeres, a ser sencillamente tontas, y a los hombres a convertir a sus mujeres en titulares del lado oscuro de las economías. La sentencia suena poco digna, y demasiado humillante para una ciudadanía, que están desmoralizando con estos gestos, y de manera muy especial a las mujeres, sentenciando que el segundo sexo está cosificado, para uso y desuso de maridos nobilísimos.

Las cárceles están llenas de personas desfavorecidas por la justicia, y el derecho no puede ser un factor multiplicador de desigualdades de clases, ni de género ¡En cambio las calles están llenas de intocables!