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Actualizado: 21 abr 2018 / 19:35 h.
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Ya no se puede más. A estas alturas de la semana los cuerpos están para poco movimiento y mucho sofá. Y el alma pues ya se sabe, con el vacío que queda cuando lo bueno se acaba. Viene abril empeñado en que los domingos sean melancólicos por naturaleza. Lo fue el de Resurrección, esa jornada en la que se apaga la llama de una pasión vivida con hondura y emoción durante toda una semana. Y lo es, como no podía ser de otro modo, este domingo sin Feria, que antaño fue de Feria, y que ahora hemos bautizado de resaca. Se acabó la Semana Santa, se acabó la Feria, y aunque ahora El Rocío esté llamando a las puertas del alma de Andalucía, las Fiestas de la Primavera de esta ciudad comienzan a echar el cierre a la espera de que en 2019 nazcan de nuevo. Eso sí, con algo de retraso, pues habrá que esperar hasta bien entrado abril para que sea de nuevo Domingo de Ramos. Y a partir de ahí, que sea lo que Dios quiera.

Pero claro, ya saben ustedes cómo somos los sevillanos para estas cosas, que todo intentamos salpicarlo con una mijita de incienso y un punto de jartible que es tan nuestro como el albero para el Real. Estos días habrán visto hasta la sociedad los memes que han circulado por las redes sociales y en los que se decía, por ejemplo, que la Feria que más gusta a los cofrades no es la de Los Remedios sino la calle por la que pasa la Hiniesta el Domingo de Ramos o vuelve a casa La Macarena el Viernes Santo por la mañana. Y qué me dicen de esa foto en la que se replica que los únicos caballos que les gustan a los cofrades poco feriantes son los de La Exaltación una tarde del Jueves Santo pasando por la calle Santa Ángela de la Cruz. Así somos en Sevilla y a estas alturas me parece a mí que ya nadie nos va a cambiar.

Ahora bien, esta Feria que se nos acaba de marchar ha sido también, como pasa todos los años, esa semana en la que los cofrades han aprovechado las bondades de las casetas, y lo que relaja brindar con manzanilla, para arreglar lo que pasa en sus hermandades. No me digan –es poco creíble- que nunca se han visto envueltos en medio de una de esas conversaciones en la puerta de la caseta en la que se repasa lo que ocurrió esta Semana Santa, se pone de vuelta y media al oficial de junta de turno, o se emociona uno al recordar aquella chicotá que pasó a la historia. Santo y seña de nuestro Real. Y si a eso le añaden las pañoletas con escudos de las hermandades, los pines cofrades en las solapas, el izquierdo que pega más de uno con las claritas del día, y el papelón de churros con el que se pone el broche de oro a una noche de Feria como Dios manda, resulta que al final hay que darle la razón a quienes dicen que los cofrades somos tela de jartibles y que no tenemos remedio. En fin, que yo quería hablarles de un domingo de resaca...

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