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Actualizado: 23 jun 2018 / 21:12 h.
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Cuántas veces habremos escuchado, cuando dos personas discuten o se pelean, el latiguillo para concluir el debate de: «vete, pero vete al fin del mundo»?

O el consejo apostólico que Madre Tarsila (sirva el ejemplo de otros docentes de los 50) nos decía: «Ahora, que ya habéis hecho la primera comunión, tenéis que cumplir con vuestra doctrina, rezando y yendo a misa como buenos cristianos, así tendremos contento a Dios, que si no, nos puede castigar con el fin del mundo».

Incluso los primeros residentes del Parque Alcosa, barrio convertido en pueblo, cuando se les preguntaba dónde vivían, solían decir: «en el más allá», «en el fin del mundo».

Un dicho muy redicho puesto en la boca de todos, por cualquier nimiedad excéntrica a modo de exageración, el fin del mundo, precisamente el lugar donde me encuentro en estos momentos, escribiendo mi trastienda, con más frío que lavando rábanos, Punta Arenas, Tierra del Fuego, Ushuaia... Chile y Argentina se tocan las manos en una punta de tierra donde te entran ganas de decir: «¡Qué lejos está Sevilla, Dios mío!», aunque al segundo me salga del alma un no rotundo, como dijera Joselito El Gallo: «¡Lo que está lejos es esto, Sevilla está donde tiene que estar!».

Y Sevilla me tiene aquí, cumpliendo sueños de viejo bohemio que ya pa’ eso está uno, para darle satisfacción a las musas del Olimpo del corazón y rienda a las creaciones.

Y Tierra es mi nuevo reto, el que embarazado me tiene de una obra que daré a luz antes de que las tunas llenen la ciudad de pasacalles camino del Triunfo de cantar a la Inmaculada.

Pura y Limpia, vela mis pasos desde tu capillita del Postigo. Concepción de ruán y San Antonio nunca me falta. ¡Sevilla, cuánto te extraño! ¡Sevilla cuánto te quiero!

Yo estoy buscando la Isla del Clavo y de la Canela, y he descubierto un estrecho en esta punta de arena, y ahora sigo mi camino sin saber cual es mi rumbo, si la izquierda o la derecha, o estoy en el Fin del Mundo.

Qué me pasa con Sevilla, que si me voy de su vera, a mi me jiere hasta el alma, sin mi Sevilla agonizo como el Cachorro en la Cava. ~

Cuántas veces habremos escuchado, cuando dos personas discuten o se pelean, el latiguillo para concluir el debate de: «vete, pero vete al fin del mundo»?

O el consejo apostólico que Madre Tarsila (sirva el ejemplo de otros docentes de los 50) nos decía: «Ahora, que ya habéis hecho la primera comunión, tenéis que cumplir con vuestra doctrina, rezando y yendo a misa como buenos cristianos, así tendremos contento a Dios, que si no, nos puede castigar con el fin del mundo».

Incluso los primeros residentes del Parque Alcosa, barrio convertido en pueblo, cuando se les preguntaba dónde vivían, solían decir: «en el más allá», «en el fin del mundo».

Un dicho muy redicho puesto en la boca de todos, por cualquier nimiedad excéntrica a modo de exageración, el fin del mundo, precisamente el lugar donde me encuentro en estos momentos, escribiendo mi trastienda, con más frío que lavando rábanos, Punta Arenas, Tierra del Fuego, Ushuaia... Chile y Argentina se tocan las manos en una punta de tierra donde te entran ganas de decir: «¡Qué lejos está Sevilla, Dios mío!», aunque al segundo me salga del alma un no rotundo, como dijera Joselito El Gallo: «¡Lo que está lejos es esto, Sevilla está donde tiene que estar!».

Y Sevilla me tiene aquí, cumpliendo sueños de viejo bohemio que ya pa’ eso está uno, para darle satisfacción a las musas del Olimpo del corazón y rienda a las creaciones.

Y Tierra es mi nuevo reto, el que embarazado me tiene de una obra que daré a luz antes de que las tunas llenen la ciudad de pasacalles camino del Triunfo de cantar a la Inmaculada.

Pura y Limpia, vela mis pasos desde tu capillita del Postigo. Concepción de ruán y San Antonio nunca me falta. ¡Sevilla, cuánto te extraño! ¡Sevilla cuánto te quiero!

Yo estoy buscando la Isla del Clavo y de la Canela, y he descubierto un estrecho en esta punta de arena, y ahora sigo mi camino sin saber cual es mi rumbo, si la izquierda o la derecha, o estoy en el Fin del Mundo.

Qué me pasa con Sevilla, que si me voy de su vera, a mi me jiere hasta el alma, sin mi Sevilla agonizo como el Cachorro en la Cava.