No puedo decir que me haya alegrado de que el estreno de La reina de España, la película de Trueba, haya sido un fracaso en taquilla, porque adoro el cine y soy un defensor del nuestro, el de España, aunque no atraviese un buen momento. Pero es que este imbécil de España –sí, de España, mal que le pese–, se pasó tres pueblos cuando fue a recoger el Premio Nacional de Cinematografía 2015 y dijo todas las memeces que dijo, entre otras, que nunca se había sentido español, «ni cinco minutos». Además, aquello de que la Guerra de la Independencia la deberían haber ganado los franceses, con lo que esa guerra supuso para nuestro país, una tragedia y una ruina de la que tardamos en reponernos, sin contar los muertos. Lo que me extraña es que haya ido alguien a ver esa película, que además, según he escuchado, es un ladrillo. Uno puede sentirse un apátrida, no tener apego a su país, pero se puede decir con respeto y renunciar a cualquier tipo de beneficio del país al que odias, aunque sea el tuyo. Es una pena que vaya a pagar tan cara su chulería.