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Actualizado: 25 jul 2018 / 13:37 h.
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  • Monasterio de Tentudía. / Txetxu Rubio
    Monasterio de Tentudía. / Txetxu Rubio

El día de Santiago, aunque ya no sea fiesta en la mayor parte de España, sigue siendo uno de los señalaítos en las leyendas y en la mentalidad popular. A Santiago le cayó desde la Edad Media el sambenito de ser el adalid de todos los matamoros. Por eso fue padre de cuantos, en España, presumían de cristianos viejos y una especie de padre de la caballería militar que no dejaba títere con cabeza a todo el que se opusiera al cristianismo ancestral de esta península, incluida Cataluña, que lo esconde bajo el nombre de Sant Jaume.

La fama de Santiago, como arquetipo del español que empuña el mandoble hasta la extenuación, decayó con la llegada de la democracia y de los valores europeos. El pacífico y lento camino que va desde donde sea a la capital de Galicia sustituyó a las cabalgadas, escaramuzas y algaras antiguas. El Santiago Matamoros quedó arrinconado, aunque su relación con el ejército (con el de verdad) siga patente en ciudades como Valladolid donde la calle y la iglesia de su nombre forman triángulo con el edificio historicista de la vieja Academia de oficiales del arma.

Pero el Santiago de la Reconquista, transformado en tótem territorial, sigue viviendo en el territorio del norte de las provincias de Sevilla y Huelva y el sur de la de Badajoz, que tiene por centro la Sierra de Tentudía que, con sus más de 1100 metros, es el monte más alto del occidente andaluz y del pacense. Allí lo encontramos por todas partes y bajo muchos mantos, convertido, en definitiva, en su contrario gracias a uno de esos bucles producidos al alimón por la Historia y la Melancolía.

Con la toma de Sevilla por Fernando III en el año 1248 se derrumbaba también el imperio almohade (en la Península y en el Magreb) mientras la corona castellano-leonesa se extendía de golpe y porrazo por un territorio inmenso que, sumado a los adquiridos desde la batalla de Las Navas de Tolosa (1212), eran los de casi media Extremadura y media Andalucía actual.

Castilla no podía soportar demográficamente una expansión semejante que, además, se había producido en menos de medio siglo y por eso no hubo más remedio que echar mano de la orden militar de Santiago, versión española de la de los Templarios, nacida en el reino de León y nutrida por guerreros de aquel territorio. No es de extrañar, por tanto, que en las poblaciones de la zona abunde el topónimo «de León» (Arroyomolinos, Segura, Calera...) y también sea frecuente el de «el Maestre».

El guerrero que llevó a cabo toda la campaña conquistadora de estas tierras –lo mismo, años antes, había hecho por las sierras jiennenses de Cazorla y Segura fue Pelay (Pelayo) Correa que, andando el tiempo, tomaría el sobrenombre de «el Cid extremeño», un personaje cuya fama llegó hasta Triana con la calle que allí se rotuló en su memoria.

Este otro Don Pelayo es protagonista de muchos cuentos y relatos legendarios hasta el punto de confundírsele con el adalid de una batalla mítica, la de Clavijo, librada (también legendariamente) en La Rioja con el mismo desarrollo y hasta con el mismo apóstol belicoso.

Según este relato, la sierra debería su nombre a que el combate se prolongó durante muchas horas y la victoria corría peligro ya que el sol se encaminaba indefectiblemente al ocaso. Fue entonces cuando Pelay Correa, como un nuevo Josué, invocó a la Virgen diciéndole: Virgen Santísima detén tu día, el día se detuvo para que los cristianos ganaran la batalla y, desde entonces, la comarca tuvo por patrona a la Virgen de Tentudía. Otras narraciones atribuyen al Maestre o a Santiago, indistintamente, la apertura de una fuente, sita casi en la cima del monte, hendiendo su espada en la piedra para que los soldados pudiera saciar su sed.

Lo cierto es que, desde esos años, Tentudía está coronada por un hermoso monasterio cuya iglesia es una de las más depuradas obras del mudéjar sureño y en uno de los brazos de la cruz de su planta se encuentra la tumba del maestre de la Orden de Santiago. A finales del siglo XV o principios del XVI, el cenobio aún mantenía su prestancia. Fue nada menos que Niculoso Pisano el encargado de realizar un espléndido retablo mayor de cerámica del que aún se conserva gran parte.

La instalación de una imagen mariana en aquel punto forma parte de la estrategia catequética de Alfonso X el Sabio, sabedor de que era necesario encontrar un método para la conversión de los mudéjares de una zona tan extensa como aquella y en fomentar ese culto estuvo uno de sus vectores. Son varias las Cántigas que el Rey compuso recordando los milagros de la Virgen de Tentudía y en ellas, más que la victoria de unos sobre otros, se resalta la conversión de los infieles al cristianismo, prueba evidente de que es eso lo que se perseguía.

Otra leyenda –esta de las que forman el acervo ubano– es que, desde lo alto de la sierra, puede verse Sevilla en días muy claros. Creo que es solo eso: una leyenda, aunque sí es verdad que hay noches en las que se percibe la claridad de la iluminación sevillana.

En todo caso, este día de Santiago no es mala ocasión de recordar que, desde Sevilla a Tentudía, existe otro camino jacobeo que puede realizarse sin demasiado esfuerzo y que también es muy hermoso.

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