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En España gusta mucho Andalucía. Sobre todo para cachondearse de ella. No hay reportero de Madrid que no busque el gracejo y el chascarrillo del andaluz, si es posible ridiculizándolo. Y la semana pasada hemos vuelto a estar en la diana mediática de la España seria y formal por el referéndum sobre la Feria de Sevilla.

Más allá de que me parezca bien o no el alargar la feria, o que me importe un soberano pimiento, lo que me jode es que los españolitos de bien se crean que aquí vamos al trabajo vestido de toreros y que en vez de coche o moto tenemos caballo. Este sector de carajotes no es capaz de entender que hay gente que disfruta tanto de su fiesta (sea Feria, Carnaval o Semana Santa) que es capaz de pedirse sus vacaciones en esas fechas. Pero no.

El borrego de Despeñaperros p´arriba no lo entiende. No lo intenten que es pa ná. Aquí somos los fiesteros de 7 días, los que nada más que vivimos para beber y bailar. Los que no curramos en 7 días. Porque en otras fiestas, como los Sanfermines, por ejemplo, es extremadamente difícil encontrar a alguien con tal borrachera que le echa el aliento a una ensalada y la aliña. Eso solo pasa en el sur, Patxi, no jodas.

Pues sí criaturitas mías. Si aquí decidimos tener una feria de 7 días, ole por nosotros. Y sí, trabajamos en Feria, Carnavales y Semana Santa. Y si las ponemos de 7 días o más es para que haya tiempo bastante y vengan aquí abajo todos los malajes y siesos de España a aprender a disfrutar de la vida. Ome por favó.

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