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Actualizado: 13 jul 2018 / 21:32 h.
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Me han preguntado, un buen número de veces, si alguna de mis novelas es autobiográfica. Tengo por costumbre cambiar de tema para no contestar. Entre otras cosas porque el asunto requiere cierto grado de reflexión.

Cuando alguien pregunta algo así lo que quiere saber es si lo que ocurre durante la narración es lo que te ha pasado ayer o hace diez años, si los datos que aparecen en el relato se ajustan a una realidad personal. Y se formula esa pregunta sin tener en cuenta algunas cosas que son fundamentales. Por ejemplo, que una lista a modo de inventario anotando cada cosa que ha pasado a una persona no tiene valor narrativo en sí mismo. Además, la selección de esos datos ya es un problema. ¿Apuntamos todos? ¿Qué olvidamos? ¿Esto pasó así realmente o fue de otra forma? ¿Podemos estar ante un dato que creemos cierto cuando no lo es aunque estamos convencidos de ello? Por otra parte, ya lo he dicho alguna vez, el individuo puede renunciar a casi todo en la vida. Religión, verdad, amor, familia. Pero nunca a su propio relato. De hecho, cada día nos narramos nuestra propia existencia y nos vemos (como si fuéramos un personaje más) a través de lo narrado. Tal y como nos contamos, así nos vemos.

Entonces ¿qué puedo contestar cuando me preguntan si mis novelas son autobiográficas? La solución está en la experiencia. Es esto y no otra cosa lo que dará sentido a esa lista de datos que nos confunden por no saber si son ciertos o, sencillamente, porque faltan. La experiencia es el material narrativo en el que sujetaremos cualquier relato, en el que colocaremos esos datos para que tomen un sentido dependiendo de nuestra intención. Y en esta experiencia tendremos que incluir la propia y la vicaria. Es decir, yo puedo relatar la separación de una pareja sin haber vivido una situación similar porque conozco y me interesa. Incluso podría hablar de hechos lejanos en el tiempo por la misma razón. Jung ya dijo que los seres funcionan con arquetipos que guardan hasta la última lágrima que se derramó en este mundo. Y eso es importante para todos. Lo autobiográfico va desapareciendo. Si añadimos la dosis necesaria de fabulación, de ficción, esos datos biográficos quedan reducidos a ser parte de la trama. Pero nunca de lo que hablamos. Es de la experiencia y no de otra cosa. Con todo esto no quiero quitar ni pizca de importancia a lo biográfico. No puede desligarse una cosa de la otra, pero no, mis novelas, ni las de nadie que pretenda hacer literatura, pueden ser autobiográficas.

Lean esto que sigue. Son dos minutos.

El tocadiscos es nuevo. Las cortinas son nuevas. Incluso han estrenado un par de zapatos cada uno. Blancos y negros los de él, con cordones. De charol, tacón fino, los de ella. El cierre de piel rodea el tobillo.

El disco no da para más. Pero continúan. Suena el teléfono. No contestan. Cada uno a lo suyo. Fuman.

—¿Por qué bailamos?

—Supongo que somos felices. Quizás intuimos que será la última vez. No sé.

—¿Qué será la última vez? ¿Bailar? ¿Ser felices?

Él se detiene. Mira a la mujer y camina hasta la esquina en la que baila. Ella también se detiene. Le mira sin saber qué hacer.

—Lo de ser tan buenos amigos. Llevamos años jugando a serlo. ¿No te parece que ya está bien?

Ella se acerca a la estantería. Elige un disco, lo saca de su funda y sustituye el que han escuchado. Se agacha para desabrochar el cierre de piel que rodea el tobillo. Él hace lo mismo con sus cordones. Descalzos.

—Te advierto que soy terriblemente ordenada, maniática; los domingos soy incapaz de madrugar y agradezco mucho que me sirvan el desayuno en la cama...

Intenta decir algo más, pero él le pone un dedo en los labios.

—Siempre quise tener un tocadiscos nuevo. No hay más.

Pues bien, la gracia de esto de escribir consiste en una cosa muy simple. Usted ha leído una pequeña historia. ¿Creerá si le digo que es así como decidimos mi esposa y yo mismo comenzar nuestra relación que cumple en un par de meses treinta años? ¿Prefiere que todo sea ficción porque así puede hacer suya la historia y convertir lo narrado en una fantasía? Da igual. Lo importante es que usted haya podido ver a los personajes, que haya creído lo que le contaban, que le haya servido para reflexionar por un instante. ¿Lo ve? Hacer literatura está reñido con la autobiografía. ~

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