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Actualizado: 25 may 2017 / 22:04 h.
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Si hay alguna constante en el ser humano es la necesidad de etiquetas y fronteras. Como decía Ken Wilber, nos hemos rendido a nuestro pequeño yo al buscar una identidad separada y la contracción de uno mismo. Para él, nuestra identidad con el todo exige el abandono de la identificación errónea con el yo.

En política, los lemas son claves. Cuentan que Alejandro Rojas Marcos ganó unas elecciones en Sevilla simplemente con el eslogan Amo Sevilla y un corazón rojo envolviendo la ciudad. Esa marca había sido importada de Nueva York y lo convirtió, contra pronóstico, en alcalde, para lo que no partía como favorito.

De las sorpresas que ya vaticinamos ocurrirían en las primarias del PSOE, en las que ya anticipábamos un «sí cielo» en respuesta a la expresión «no mientas cariño», uno de los descubrimientos más relevantes ha sido el lema de Pedro Sánchez, que decía: Esta es la izquierda.

La política se ha convertido en un ejercicio para estómagos resistentes en una sociedad en la que nunca pasa nada.

Y a la vista de ello, tal vez resulte necesario que nuestros hijos asuman que este mundo es injusto y que en él subyace también el fracaso, que vamos acumulando impenitentemente a lo largo del hecho de existir.

Oliver Twist, Ricitos de Oro, Robin Hood, hacen de esos niños y niñas, animales diegéticos que aprenden a través de los cuentos. Pero la lección es errónea. La honradez, la modestia y la valentía, rara vez son recompensas ante las actitudes nobles.

Hemos pasado de Verne a los espectáculos neuróticos de Bob Esponja donde no hay coherencia o hilo argumental mínimo.

En ese contexto, la política no es más que un reflejo, una imagen en un balcón o en un ascensor. A la postre ambos son los senderos que se recorren a lo largo de la vida, quizás con más profusión los descendentes.

El eslogan Esta es la izquierda, debería tener algún sentido. No dudo que para muchos de los que votaron es un sentimiento; un corazón que envuelve una palabra que aman. Pero para sus autores, apenas entraña un debate sobre la socialdemocracia, un espectro que encierra nada, bajo el pretexto del Estado del bienestar, ignorante del valor supremo de la igualdad.

Mi propuesta hoy es diferente. Aceptar el fracaso; enorgullecerse de él. Es signo de vida. Sí, yo también soy un fracasado. Mientras tanto, qué les parece el lema Mi corazón late a la izquierda.