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Actualizado: 28 mar 2017 / 22:41 h.
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No quiero dar carnaza a los críticos con el calendario sevillano, los que culpan a las tradiciones del lastre que impide, al parecer, avanzar a esta ciudad hacia el progreso. Tantas fiestas, tantas vísperas de fiestas, tantas vísperas de vísperas... Pero lo cierto es que en estos días que restan hasta Semana Santa, especialmente si el tiempo invita a tumbarse en el césped de la Universidad o en las márgenes del río, se produce un monumental esfuerzo en miles de adolescentes y de jóvenes y no tan jóvenes que se ponen su toca de monja de clausura y se encierran contra todo instinto primaveral de la sangre en las celdas de sus estudios con exámenes programados hasta el límite inminente del Domingo de Ramos. Días de rompiente felicidad en las puntas de los dedos que tienen que calmar y esconder en el invierno de su cerebro y de sus apuntes. Los llaman los amigos a ver si pueden escaparse a vivir estos prolegómenos tan esperados y sale la voz disidente y triste: yo no puedo, tengo exámenes. Y duele la resignación como la de un apestado masoquista que le quiere aguar la fiesta al grupo, cuando no es sino la víctima sufriente de una lucha de voluntades que se sumerge de nuevo en asignaturas con estación de penitencia propia. Controles, parciales, evaluaciones... qué demoníaco y sacrílego castigo. Así son las cosas y así deben ser pero yo al menos quiero rendir mi modesto homenaje a ese esfuerzo, a esa ausencia, a ese entripado. Con la promesa de que llegará el Viernes de Dolores para ellos con más ganas que para nadie. Entonces, cuando los tirillitas celebren el final de la espera en la alta cumbre alpina de su altar de cultos, el último y más vertiginoso de todos, ocho mil de cera y plata, proclamando que ha terminado el tiempo de retablos y camarines y el sol ha roto las puertas de los templos para que Dios y su Madre bajen a caminar al valle por el que discurren nuestras vidas, entonces, sus cadenas, con mejor o peor éxito, también quedarán épicamente rotas para que devoren todo lo aplazado. Uso palabras tan rimbombantes con su poquito de sorna para que –lo he vivido, todos lo hemos vivido– la faena que suponen estos días robados tenga el laureado remate de los campeones. Porque tanto examen y tanto estudio son necesarios de apurar para que seamos prósperos pero no dejan de ser, en el contexto de estos momentos llenos de gozo, una auténtica... eso. ~

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