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Actualizado: 15 ago 2018 / 22:46 h.
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Cuando el mes avanza con paso forzado, al final de la hoja del calendario, todavía nos quedan días para seguir disfrutando del calor y el dolce farniente que acompañan las horas. Son días de medio gas, a los que dejamos pasar sin pensar mas allá que en la nada creadora. Vacaciones completas o tiempo de trabajo más relajado.

Estos días no dan más noticias que la tragedia humana de los migrantes y la incapacidad de los burócratas para resolver la cuestión. Algún que otro político de guardia que lanza sus palabras con la contundencia de un disparo de caño pero con la fuerza de una escopetilla de plomo. Son los asuntos que nos trae este tiempo de relajación veraniega.

Pero el aire nos va trayendo el porvenir; complejidad, líos, confrontación y elecciones a la vista. No está aún claro si son andaluzas o nacionales, pero seguro que son elecciones por ese olor a voto que la marea del agosto nos va dejando en la playa de la política.

Aún más, la dinámica judicial que vive este país nuestro es una carretera de montaña con tal cantidad de giros y curvas que en cualquier momento alguien puede salir despeñado. Los juicios de Casado, de los independentistas, de las tramas de corrupción y algunos otros más nos dejan abiertos en canal con la falsa esperanza que el tiempo lo va a ir curando todo. Como bien se dio cuenta el registrador Rajoy cuando las mareas de la sociedad y de los partidos se lo llevaron por delante. A él, que era especialista en controlar los tiempos de la política, una decisión judicial lo voló como hoja de otoño. Es verdad, en política el control de los tiempos es todo, pero aquí no hablamos de política: hablamos de juicios. ~