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Actualizado: 12 jul 2018 / 22:59 h.
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  • Jardines con historia

El Paseo de Catalina de Ribera se encuentra al final de la calle San Fernando, limita con la avenida de Menéndez de Pelayo y le separa de los jardines de los Reales Alcázares la muralla casi oculta por las flores y el verde que es un color constante en este entorno.

Es muy de los sevillanos nombrar a este lugar como los Jardines de Murillo, pero hay que saber que estos son los que se encuentran al final del Paseo, un poco más escondidos y rodeados por Santa María la Blanca, Puerta de la Carne y el Barrio de Santa Cruz.

Se encuentra en este paño de muralla, en el Paseo de Catalina de Ribera, la Puerta de La Alcoba del Alcázar, no tan conocida y afamada por supuesto como el acceso principal, la Puerta del León. Por el Paseo de Catalina de Ribera se accede en estos días de verano a los magníficos conciertos de la propuesta artística de Noches en los Jardines del Real Alcázar, que recorren distintas edades musicales a través del tiempo y nuestra historia. Toda esta zona eran huertas llamadas «huerta del retiro» y en 1860, aproximadamente, se ceden a la ciudad para su uso, y es en 1920 cuando toma la estructura que hoy conocemos y que se realizó para las mejoras de la ciudad para la Exposición Iberoamericana de 1929 bajo la dirección de Antonio Gómez Millán y Juan Talavera y Heredia.

Los Jardines de Murillo se cederían a la ciudad varias décadas después de la concesión del Paseo, en 1911, por parte del rey Alfonso XIII y bajo la insistencia del alcalde Conde de Halcón.

Está en este lugar sobre el paño de muralla y entre vegetación la fuente dedicada a Catalina de Ribera, ilustre dama muy importante en la historia de Sevilla. En 1483 adquirió a la familia de los Pineda el Palacio de las Dueñas, a finales del siglo XV, junto con su esposo Pedro Enríquez, comenzó a construir la Casa de Pilatos, ese espectacular palacio exquisito en decoración y que terminaría de levantar su hijo Fadrique. Es en el año 1500, cuando hacía ya casi una década que enviudó, cuando funda con su hijo antes nombrado el Hospital de Las Cinco Llagas.

Fue en el año 1505 cuando falleció Catalina de Ribera y sus restos reposaron en el Panteón de Sevillanos Ilustres en la Iglesia de la Anunciación de la calle Laraña para pasar después de muchos años a otro lugar que es donde hoy se encuentra junto con su esposo, en un sepulcro en el monasterio de la Cartuja de Santa María de las Cuevas.

Uno de los cuatro monumentos que hay en Sevilla a Cristóbal Colón se encuentra en el Paseo de Catalina de Ribera. El mausoleo de su tumba en la Catedral de Sevilla, el que se encuentra en La Cartuja en el Monasterio de Santa María de Las Cuevas, y el tan conocido Huevo de Colón en San Jerónimo. Un monumento que fue promovido por José Laguillo en el que la figura del navegante no tiene una presencia destacada, solo un relieve de su rostro en la parte baja del monumento pero si es un gran obra a su hazaña y al descubrimiento.

Dos columnas de 16 metros que culminan con el león y su garra derecha sobre el globo terráqueo que nos indica el poder y dominio que tuvo el imperio español. A media altura se encuentran dos proas, una con el nombre de Isabel y la otra con el nombre de Fernando, los Reyes Católicos. Por la forma que tienen las velas de cada embarcación y sus pliegues cada una está navegando en una dirección reforzando la idea de la magnitud y situación histórica que vivió España y Sevilla.

En 1898 el Ayuntamiento de Sevilla decide cambiar el nombre del que hasta entonces se llamaba Paseo del Pino para denominarlo Paseo Catalina de Ribera, y de esta manera ofrecer el homenaje de Sevilla a esta ilustre mujer.

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