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Actualizado: 21 abr 2018 / 21:31 h.
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  • Kimochi

Los pequeños descubrimientos cotidianos son divertidos y sorprendentes, tienen la habilidad de presentarse cuando menos te lo esperas, te hacen pensar y terminas por hallar una conexión con tu realidad, cayendo en la cuenta de que no ha sido una casualidad: ese pequeño descubrimiento estaba ahí para ti, por alguna razón.

Hace unos días estaba hablando por teléfono con mi tía Marichón, ella es misionera claretiana y ha estado viviendo en Japón durante muchos años. De repente, en un momento de la conversación, surgió la palabra «kimochi», me hizo gracia como sonaba y le pregunté qué significaba. Ella me explicó que el «kimochi» es muy importante para los japoneses, es un término pleno de significado que podríamos traducir como «sentimiento, estado de ánimo, estado mental» es un término que se utiliza para hablar de las realidades más humanas, de las sensaciones, de lo que transmitimos...

Tu RRPP

¿Te has dado cuenta? vemos «Kimochi» y nos detenemos a pensar, y sin embargo, en nuestro mundo regido por la normalización, las prisas, el estrés... pasamos de puntillas por el sentimiento, nos parece que no tenemos tiempo para eso (cuando, paradójicamente, «eso» es lo que llena de sentido el tiempo). Los sentimientos son el resultado del trabajo en equipo entre la emoción y el pensamiento y funcionan a modo de relaciones públicas, es decir, facilitan tu relación con el entorno trasladando al exterior lo que hay en tu interior. ¿Qué es lo que ocurre cuando este RRPP no está activo? es lo que le sucede a las personas «alexitímicas».

La alexitimia es una enfermedad que hace que quien la padece no pueda identificar ni expresar sus propios sentimientos y, por ende, digamos que se vuelve impermeable a los sentimientos de los demas, careciendo totalmente de empatía. Piensa en una madre incapaz de consolar a su hijo, un directivo que no consigue hacerse con su equipo porque no transmite, el docente que no llega a sus alumnos, el novio que no siente nada al mirar a su novia... Sin sentimiento, nuestro necesario RRPP, a la vida le falta música... y vivir la vida en plan «peli muda» es una auténtica amargura.

¡Que suene la música!

El filósofo Arthur Schopenhauer afirmaba que «en la música todos los sentimientos vuelven a su estado puro y el mundo no es sino música hecha realidad» ¿será por eso que me encanta bailar? Empecé a los 3 años y, desde entonces, intento bailar cada vez que tengo oportunidad. No es que tenga técnica propiamente dicha, sino simplemente me dejo llevar por la música. Más de una vez me han preguntado que cómo me siento cuando bailo y siempre digo que siento como se me alegra el espíritu, ¡me siento verdaderamente poderosa! Schopenhauer tenía razón, la música funciona como amplificador de nuestros sentimientos porque, literalemente, la vibración que produce influye en nuestro organismo (ya que el cuerpo humano está formado en más de un 70% por agua).

En función de la música que escuches, provocarás un estado de ánimo diferente. Prueba a escuchar algo de Mozart, Vivaldi o Schubert, luego tal vez un poco de jazz, música latina, rock, heavy metal... te aseguro que sentirás cosas muy diferentes con cada estilo.

El autor Masaru Emoto hizo un descubrimiento muy interesante sobre la influencia de las palabras y la música en cristales de agua y las fotografió. El agua que había sido expuesta a palabras como «amor», «alegría» o «ángel» había cristalizado en formas preciosas y estructuras armoniosas; mientras que los cristales de agua expuestos a palabras como «demonio», «tristeza» o «depresión» se habían transformado en estructuras amorfas y oscuras. Desde luego, da que pensar... (sobre todo teniendo en cuenta que nuestro cuerpo está formado en buena parte por agua).

Vivir en latidos

El poeta inglés Philip James Bailey, decía: «Vivimos en hechos, no en años; en pensamientos, no en respiraciones; en sentimientos, no en las cifras de un dial. Debemos contar el tiempo por los latidos del corazón» ¡qué buen enfoque para la vida!, está claro que quien actúa, piensa y siente es el genuino dueño de su presente y gracias a su actitud valiente, aportará calidad y autenticidad a la vida de su gente.

Vivir el tiempo en latidos, en lugar de hacerlo en años, hace que nos pongamos el vestido del «Kimochi» (sentimiento), que hagamos el re-descubrimiento de la esencia de la humanidad y que tomemos en cuenta el sentido de lo que importa de verdad.

Si un consejo te tuviera que dar, te diría: ¡vive en latidos! y te darás cuenta de que la pena, habrá merecido.