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Actualizado: 12 sep 2018 / 22:30 h.
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La Bienal es un despropósito en muchos aspectos, y no es criticar por criticar, aunque en un país de criticones como es España, tampoco estaría mal. Ningún director coge el toro por los cuernos y cambia las cosas de verdad. Es una barbaridad que en una misma noche, como la del martes, se celebraran dos grandes espectáculos, con carácter de estreno y con hora y media de diferencia. Así no hay que extrañarse de que la crítica corra más que Baker o que en algunos casos se dejen escritas las reseñas antes de terminar el espectáculo, o eso parece al menos. José Valencia en el Alcázar y Olga Pericet en el Central, dos pesos pesados del cante y el baile. Luego dicen los responsables del festival que no están obsesionados con vender entradas. No me gusta nada el carácter de romería de la cita sevillana, sobrecargada de conciertos y actividades, pero poco se puede hacer. Apuesto lo que haga falta a que en esta edición llegará el cansancio antes que en las anteriores, porque se nota ya una flojedad y llevamos solo una semana. La Bienal pierde fuelle, tela.

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