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Actualizado: 14 ene 2017 / 20:58 h.
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La Comisión Estatal Contra la Violencia, el Racismo, la Xenofobia y la Intolerancia en el Deporte ha calificado como infracción muy grave los incidentes registrados en el pasado mes de noviembre cuando un grupo de aficionados ultras del Sevilla FC agredieron brutalmente a unos cuantos seguidores de la Juventus de Turín en un bar de la céntrica calle de Reyes Católicos de la capital andaluza. Uno de ellos recibió una puñalada que a punto estuvo de acabar con su vida dejándole secuelas muy considerables y ocasionando, además, cuantiosos daños materiales en el establecimiento. Dicho organismo sanciona a los 14 implicados en estos altercados con una multa de 60.001 euros a cada uno de ellos, decretando, también, la prohibición para acceder a recintos deportivos en los próximos cinco años.

Medida disciplinaria a tener en cuenta que, sin embargo, se corresponde muy poco con el escaso recorrido que ha tenido la respuesta penal de estos mismos hechos en los tribunales. A la espera de que se ventile como corresponde en las instancias judiciales, los involucrados, tras ser detenidos en su día, fueron, poco después, puestos en libertad sin que se haya aclarado todavía la autoría del navajazo propinado por lo que todo hace indicar que saldrán de rositas de este trance. Estamos ante un caso más de los numerosos actos de violencia protagonizados por estos grupúsculos extremistas que encuentran en el fútbol su ámbito natural para desarrollar sus tropelías. Se escudan en los colores de un club para dar rienda suelta a su agresividad sembrando el pánico entre los pacíficos aficionados que ven así como la cita festiva con su equipo se convierte en un episodio desagradable y arriesgado para su integridad física.

Por lo que se conoce de este estos tipos, actúan con unas pautas determinadas y responden a una cierta jerarquía. Son, en definitiva, bandas más o menos organizadas que planifican con detalle sus agresiones con la debida antelación llegándose al extremo de hasta desafiarse con otros rivales para el enfrentamiento abierto generándose graves choques como el que se produjo el pasado año en Madrid con el resultado de la muerte de uno de sus integrantes a consecuencia de la pelea desatada. Lo cierto es que el fenómeno está alcanzando unos niveles realmente preocupantes provocando inquietud y miedo entre los ciudadanos y, por añadidura, una pésima imagen no ya sólo del fútbol, sino, también, de la ciudad en donde se reproducen estos incidentes como sucede con el caso de Sevilla.

Y lo realmente alarmante es comprobar la impunidad con la que, por lo general, se saldan estas broncas para los que las propician. Apenas hay detenidos y, desde luego, nunca se llega a desarticular y a desactivar, en definitiva, a estas bandas que tanto daño hacen. Sorprende la incapacidad policial actual para erradicar esta especie de delincuencia de baja intensidad, que alcanza, esos sí, picos de gran gravedad y que amenazan con convertir lo que puede ser un día de feliz encuentro con el espectáculo futbolístico en un desgraciado y desagradable percance. Con la de casos realmente complejos que han resuelto nuestros agentes y qué balance tan poco exitoso pueden presentar en relación en esta parcela.

La misma perplejidad ocasiona observar, igualmente, como se perpetúan en el tiempo los incidentes con los taxistas que cubren el servicio del Aeropuerto de Sevilla y ahora, últimamente, también en Santa Justa. Con comportamientos que huelen a pura mafia, se contabilizan constantes daños a los vehículos de otros compañeros y hasta peleas sin que nunca que se materialice represión penal alguna. Es más, los hay que se ufanan de salir indemnes de las reiteradas denuncias que se presentan contra él. La pregunta es, ¿tan difícil es dar una respuesta policial adecuada a esta deriva? Esas actuaciones cuentan con una organización previa y son protagonizadas por un grupo muy concreto de ellos y con una determinada coordinación. No se explica que con los recursos policiales existentes no se llegue hasta la raíz de lo que es, a buen seguro, un grupo perfectamente organizado y que responde a una estrategia previa, sin espontaneidad alguna. Huelga decir el daño tremendo que ocasiona en la imagen de esta ciudad la existencia de un servicio de taxi con estas deficiencias tanto para vecinos como para foráneos. Pero peor sería aún que nos tuviéramos que resignar a soportarlos como un mal endémico sin solución alguna. Entonces estaríamos ante una derrota más del Estado de Derecho y frente a una amenaza diaria a nuestra convivencia.