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Actualizado: 03 jul 2018 / 22:15 h.
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  • Las empresas y la Responsabilidad Social Corporativa

Los tiempos cambian y el contexto social y político también, por esta razón un empresario debe fomentar sin tapujos la Responsabilidad Social Corporativa. Este es un punto esencial para la economía del bien común.

Hoy podemos decir que la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) se está instalando en la cultura del buen hacer del tejido empresarial. Falta, todavía, mucho camino que recorrer, pero la sociedad, cada día más exigente, irá valorando esta dimensión a la hora de contratar y comprar bienes y servicios.

Existe debate al respecto y esto es muy positivo. En la reflexión que surge del mismo aparecen muchas teorías y maneras de proceder a la hora de aplicar la RSC en las empresas. Lo que es cierto es que el futuro de la economía y el enlace que esta tiene que tener con los ciudadanos y, por qué no con los responsables políticos que tengan que ejercer el servicio de gobierno, no podrá existir sin esta variable. Un estudio-investigación, realizado en la Universidad Pontificia Comillas por doña Laura Milian Dueñas sobre el origen y evolución del concepto de la RSC en el entorno empresarial europeo y español, pone en evidencia esta realidad.

La Iglesia Católica ha tenido claro esta dimensión y se puede constatar en lo que señalo seguidamente: la dignidad, unidad e igualdad de todas las personas deriva, en primer lugar, en el principio del bien común, al que debe referirse todo aspecto de la vida social para encontrar plenitud de sentido. Según una primera y vasta acepción, por bien común se entiende el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección. El bien común no consiste en la simple suma de los bienes particulares de cada sujeto del cuerpo social. Siendo de todos y de cada uno es y permanece común, porque es indivisible y porque solo juntos es posible alcanzarlo, acrecentarlo y custodiarlo, también en vistas al futuro. Como el actuar moral del individuo se realiza en el cumplimiento del bien, así el actuar social alcanza su plenitud en la realización del bien común. El bien común se puede considerar como la dimensión social y comunitaria del bien moral. Concilio Vaticano II, Const. Past. Gaudium et spes, 26: AAS 58 (1966) 1046; Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1905-1912; Juan XXIII, Carta enc. Mater et magistra: AAS 53 (1961) 417-421; Id., Carta enc. Pacem in terries: AAS 55 (1963) 272-273; Pablo VI, Carta ap. Octogesimaadveniens, 46: AAS 63 (1971) 433-435.

La RSC más allá de un concepto que entraña una manera de ser y hacer empresa tiene que ser el común denominador de la economía, porque una sociedad que tenga a gala ser democrática no puede encerrarse en sí misma y delegar toda acción social, de manera exclusiva, a los responsables políticos. La empresas no pueden conformarse con pagar impuestos, y con esto pensar que han hecho los deberes. Los políticos no son el único eje posible para articular la sociedad del bienestar. Sí son una pieza clave para legislar y hacer que la iniciativa privada pueda cumplir con algo que es constitutivo del mundo de la empresa, generar riqueza social.

Desarrollar y articular la RSC debería convertirse en un objetivo prioritario de la empresa. No debería existir un plan de negocio sin que este aspecto no estuviera recogido en el mismo. La RSC es mucho más que una moda, nunca puede ser un florero puesto en las memorias corporativas que se editan año tras año. La RSC es una verdadera revolución en la articulación de las relaciones empresariales con la sociedad. Es, sin lugar a dudas, la concreción de que la sociedad evoluciona, desde la libertad, en una interrelación positiva y constructiva para afianzar el Estado de Bienestar. La RSC hace tomar conciencia a la empresa de que tiene una gran responsabilidad en donde la rentabilidad económica no es el único objetivo posible.

Vivir y sentir la RSC en la empresa hace que la misma se aleje de algo que nos recuerda el documento Oeconomicae et pecuniariae quastiones, cada vez que se introducen y difunden instrumentos económicos y financieros no fiables, que ponen en serio peligro el crecimiento y la difusión de la riqueza, creando puntos críticos y riesgos sistemáticos, se pude hablar de una intoxicación de la sociedad.

Hoy la empresa no puede eludir esta variable. Asimismo la economía y el marco legislativo y ejecutivo de los estados y, mucho menos, los partidos políticos deberían obviar esta constatación. Una sociedad madura hace posible que todos los agentes sociales se impliquen en poner en valor la RSC. Hay que reconocer que la iniciativa privada, sin distingos entre lucrativa y no lucrativa, es un eje fundamental en el verdadero sostén del Estado del Bienestar. Los responsables políticos tienen una vocación de servicio, y también una realidad de paso. Lo que verdaderamente es perdurable es la sociedad y aquellas organizaciones que nacen con vocación de servir y no de alcanzar el poder a toda costa, y por tanto de desarrollar proyectos innovadores.

Concluyo esta reflexión señalando que es la Economía del Bien Común la que desde hace décadas está insistiendo en que no es posible avanzar sin la implicación social de las empresas.

La próxima semana traeré una reflexión sobre política, políticos y Bien Común.