Facebook Twitter WhatsApp Linkedin Copiar la URL
Enlace copiado

En estos días debatimos sobre la libertad de expresión. Se acusa al gobierno y al poder judicial de extralimitarse en sus sanciones. Lo cierto es que, aún estando de acuerdo en que ciertas condenas puedan ser excesivas, no se puede tener carta blanca para decir enormes barbaridades y escudarse en tu derecho a hacerlo.

Esta semana han condenado a un rapero y la semana pasada lo fue un tío que se alegraba en Twitter de las mujeres asesinadas por violencia machista, comentando que pocas les parecía. Pero los límites de la libertad de expresión no solo corresponden a Gobierno o Justicia. ¿No tendremos nosotros parte de culpa?

Si un tío dice que hay que disparar o matar a uno de los nuestros nos echamos las manos a la cabeza y pedimos castigo, pero si la ira del autor recae sobre los de la acera de enfrente entonces es libertad de expresión.

A Pablo Iglesias, Rufián y Tardá, por ejemplo, les parece una barbaridad y una vergüenza que se condene a este chico por sus letras. ¿Se lo parecería si el objeto de las letras fueran ellos y no el Rey? Ya les digo yo que no. Serían ataques fascistas.

Las barbaridades están siempre de más, las diga quien las diga. Y no estoy a favor de que se les digan ni a unos ni a otros. Y algo así merece una condena de más tres años de cárcel? Ese es otro debate. Quizás no. Pero en tal caso no estamos debatiendo sobre la libertad de expresión, sino si el castigo que tiene sobrepasarla es excesivo. Un poco de cordura no nos vendría mal a todos. A TODOS.

ETIQUETAS ►