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Actualizado: 01 ago 2018 / 09:21 h.
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  • Lolitas de papel couché

Justo hace unos días, ojeando una de esas revistas de moda para mujeres que llenan los kioscos y las consultas médicas, me topé con unas fotografías de Millie Bobby Brown, que todavía no he conseguido digerir. En una pose sugerente, con ropa y maquillaje poco acertado para a su edad y unos gestos que la alejan de la inocencia propia de sus años, la revista en cuestión le hacia una entrevista en profundidad, catalogándola como una de las actrices más sexys del año.

No se qué puede ser más triste, si que detrás de ese carmín Rouge y pestañas infinitas se esconde una niña de 14 años, o que la sociedad cada vez más enferma no se percata del daño que hace a las mujeres con esta hipersexualización precoz.

La infancia se encuentra desprotegida de la tiranía propia del mercado capitalista y la influencia del patriarcado, que vuelve a hacer de las suyas, para recordarnos a las mujeres quién manda aquí. Estas revistas, que lo mismo te venden un curso de empoderamiento y liderazgo, que una crema para retrasar la vejez, muestran cuerpos infantiles en un contexto contaminado por la sexualización y el erotismo, que destruye la autoestima de las niñas y las obliga a desarrollarse como mujeres en un mundo que las observa y las juzga por su belleza. Y entre sesiones de maquillaje, entrevistas, estrenos y eventos varios, estas niñas, aprenden que para ser mujer de éxito tienen que castigar sus cuerpos y vender su infancia a cambio de un futuro en el que de nuevo el todo vale se instaura sin piedad. Cuerpos mercantilizados, usados como reclamo para vender productos de todo tipo, hacen de estas nínfulas, a las que se refería Vladimir Nabokov cuando hablaba de su Lolita, víctimas de una situación a la que los/as adultos/as debemos poner fin.

Perpetuar un modelo en el que la vida de las niñas este centrada en la mirada del otro, no hace sino construir personalidades débiles, futuras mujeres frágiles, inseguras y vulnerables. Como sociedad, tenemos un compromiso con la infancia, y especialmente con las niñas. Tenemos que respetar los tiempos propios de la niñez, no hacer que ellas asuman roles para los que no están preparadas. Observar como madres y padres, cómo nos comportamos ante la sexualidad y el erotismo, y qué roles adoptamos en nuestro espacio privado, porque serán tomados como referentes por nuestras criaturas.

Los medios de comunicación, los juguetes que regalamos, las series de televisión y el entorno familiar, influyen en esta consolidación de la hipersexualidad. No queremos ver a Millie como la actriz más sexy del momento, sino como ONCE, su papel en la serie Stranger Things. Un niña, que se acaba cortando el pelo y vistiendo como sus amigos en un juego de iguales. Hasta que a algún iluminado de la serie, le dio por ponerle un vestido rosa de princesa, una peluca rubia y maquillarla. Destrozando la inocencia propia de la infancia, a la que el mundo adulto solo debería acercarse para protegerla de los intereses enfermizos de un sistema machista, anquilosado en la creencia absurda de que las mujeres nacimos para ser observadas y amadas por nuestros cuerpos y belleza.

En España, la legislación se queda corta y no hay leyes que protejan a las niñas de la hipersexualización precoz. Sólo la obligatoriedad de que madres y padres asistan a los set de rodajes, en la que sus hijos e hijas ejerzan como actores y actrices o modelos para campañas. Esto no impide por ejemplo, que la industria textil use modelos infantiles para vender bikinis a niñas de siete años con relleno en el pecho. Ni que Instragram publique tutoriales de niñas maquillándose. Ni que empresas se lucren, ofreciendo actividades para cumpleañeras en las que se las enseña a hacerse la manicura y demás rituales de belleza a edad temprana. Si todo esto aún no nos parece demencial, tenemos el ejemplo de China. Donde un centro comercial ha recreado el desfile de Victoria’s Secret con niñas de cinco años, desfilando con lencería y alas, emulando a las famosas ángeles de la firma.

El control del erotismo en televisión, una legislación restrictiva que proteja la infancia y un código deontológico para el sector del textil, la moda y el cine, serían algunas herramientas con la que ir trabajando para crear un entorno, en el que niños y niñas puedan disfrutar libremente de esta etapa imprescindible para su desarrollo madurativo.

La estructura patriarcal y androcéntrica en la que vivimos, es parte responsable de esta hipersexualización de la que hemos hablado. Desde los distintos movimientos feministas se habla de la necesidad de cambiar la mirada con la que construimos los mensajes audiovisuales y los valores sobre los que sustentamos nuestras conductas. Si seguimos asumiendo con naturalidad la condición de objeto sexual de la mujer desde la infancia y vinculando el éxito social al valor de la imagen, seguiremos como Sísifo, subiendo la montaña, con una gran piedra, que volverá a rodar cuesta bajo en cuanto lleguemos a la cima.

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