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De los terroristas solo se espera terror. Es su puto oficio. Desafían las leyes de la lógica y la humanidad, porque carecen de la una y de la otra. Pero no voy a hablar de ellos. No se lo merecen. Hoy quiero hablar de Los Otros. No, no son los protagonistas de la peli de Amenábar.

Cuando uno asiste impávido a un atentado como el de Manchester espera encontrarse reacciones de gente mandando sus condolencias, sus iras y sus soluciones. Pero es ahí cuando aparecen Los Otros.

Los Otros son esos gilipollas integrales que usan el altavoz de las redes sociales para reírse de los muertos aún calientes.

Y si los terroristas nos preocupan, a mí, en particular, casi me preocupan igual Los Otros. Gente en apariencia normal, que es capaz de reírse de la muerte de niños y adolescentes con bromas del tipo Se lo pasaron bomba y otras capulladas, amparados otra vez en el manido discurso de los límites del humor y la libertad de expresión. Si el humor no tiene límites, la estupidez humana aún menos.

Woody Allen formuló una ecuación que decía que «Tragedia + Tiempo = Comedia». Es decir, que solo el tiempo permite convertir en broma lo que hoy es tragedia. Y hay casos en que ni aún así estoy de acuerdo con el gran Woody.

Soy de los que me gustaría creer en la existencia del Karma budista para que algún día no muy lejano, Los Otros vivan en sus carnes una acción similar. Pero no para matarlos, porque no le deseo mal a nadie. Me bastaría con que una explosión virtual les matara sus ideas.

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