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Actualizado: 23 jun 2018 / 22:25 h.
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Hubo hace más de veinte siglos una migración muy especial. Un ángel del Señor se aparece en sueños a José, diciéndole: Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto (San Mateo, 2, 13). El evangelista nos narra la migración de la Sagrada Familia a otro país huyendo de la violencia. Las migraciones son un proceso ecológico en el mundo natural. Muchas especies llevan cientos de años migrando en un largo proceso evolutivo para lograr el equilibrio entre sus necesidades y el hábitat donde viven. Hay especies que migran muchas veces a lo largo de su vida, en cambio otras solo lo hacen una vez. Andalucía, frontera entre zonas biogeográficas distintas, es cruzada cada año por multitud de especies de aves. Un elevado número de ellas se queda un tiempo en nuestra comunidad, bien en los espacios naturales o en las ciudades. Creo que a todos agrada ver los corros de vencejos en primavera y verano, con sus alegres cantos y quiebros acrobáticos en los aires urbanos. Las especies se mueven libremente buscando un hábitat más idóneo. Lo hacen libremente, nada les impide hacerlo, aunque el origen sea la búsqueda de ecosistemas mejores para su biología. Aviones, petirrojos, vencejos, salmones, mariposas, patos, cigüeñas y un largo etcétera de especies se mueven libremente por el planeta buscando un mundo mejor. Posiblemente las especies no migrarían si pudiesen cerrar su ciclo vital en un solo medio. Pero ¿qué ocurre con las personas? ¿Es una tendencia natural el ansia de migración?

Una parte importante de los seres humanos se han desplazado aunque solo sean pocos kilómetros a lo largo de la historia de la humanidad. El ser humano moderno, el homo sapiens, se dispersó desde su cuna africana hacia todos los continentes en busca de nuevos territorios (recomendamos leer Sapiens De animales a dioses, de Yuval Noah Harari, 2015, Debate). Pero hoy este hecho, el desplazamiento de seres humanos, ha alcanzado una dimensión que asusta. Se ha dicho que el siglo XXI es el siglo de los pueblos en movimiento por motivos económicos, crisis políticas, guerras y todo tipo de catástrofes naturales o inducidas por el ser humano, como el cambio climático. Hoy las personas nacidas en un país distinto a su país de residencia normal alcanzan el 3 por ciento. Los conflictos a lo largo de la historia de la humanidad han provocado migraciones forzosas, actualmente un cambio global que afecta todo el planeta. En todo el orbe hay migrantes forzosos, miles de personas que no quieren irse de su tierra pero tienen que hacerlo. Angela Merkel ha dicho que «la migración ilegal es uno de los grandes problemas que afronta la Unión Europea, por ello la coordinación entre los socios es fundamental». Esto nos conduce a tres posibilidades. La primera es desarrollar una estrategia de contención dura que impida el acceso de los migrantes. La segunda es llevar a cabo une ejecución real de los acuerdos de acogida, recibiendo un número adecuado de migrantes. La tercera es actuar en origen, ir a las causas de las migraciones para lograr que quien no desee emigrar no tenga porque hacerlo. Este sería el verdadero camino, ayudando a las personas en origen. Esto quiere decir que no admitamos inmigrantes, quiere decir sencillamente que impidamos que se mueran en el camino o alcancen situaciones indignantes en nuestros países si consiguen entrar.

Los programas de cooperación al desarrollo son esenciales, pero también las acciones que impidan el inicio de guerras (por fuentes de energía u otros recursos) y la persistencia de las mismas con pasividad permisiva de las naciones, como el caso de la guerra de Siria. El Gobierno de España ha iniciado un cambio de actitud tendente a una humanización en el trato a los inmigrantes. El caso del Aquarius, finalizado con la acogida de 629 inmigrantes a través del puerto de Valencia no tiene nada que ver con las devoluciones en caliente o las vallas de espinos de acero. Parece que se retirarán las indignantes y vergonzosas alambradas de aceradas cuchillas de Ceuta y Melilla. El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, devolverá la sanidad a los inmigrantes irregulares. Vuelve la humanidad.

La humanidad del planeta no puede ser mantenida solo por las ONG. Pero la clave de este conflicto de un mundo globalizado impregnado de egoísmo que busca la máxima ganancia al precio que sea, está en actuar en los países de origen, no con migajas, ni por caridad, sino por justicia distributiva, un principio de búsqueda del bien común generalizado, una globalización de la humanidad y el afecto de unas criaturas para con las otras, de los que tienen para los que no tienen. En el Aquarius había 123 niños solos, qué tristeza de mundo; seis niños nacieron en el Aquarius. Coincidiendo con la campaña de Cáritas Internacional Compartiendo el Viaje, una cultura del encuentro, se multiplican estos días en las parroquias de toda España gestos de encuentro con migrantes, desplazados y refugiados. El semanario católico de información Alfa y Omega decía que hay un efecto llamada a la solidaridad. Pero debemos forzar a los organismos internacionales que tomen medidas urgentes actuando en origen, frenando conflictos, impidiendo expolios de recursos, tomando medidas para frenar el cambio climático, en definitiva facilitando el desarrollo pacífico de los pueblos, sin que ello impida una migración deseada lo que deseamos impedir es la migración forzada. Europa no se puede permitir, sin resquebrajarse hasta sus entrañas, esa imagen de familias en cola, bajo duros inviernos, sin futuro. Europa no puede permitir el cementerio del Mediterráneo sin admitir que se desliza sobre una moral dudosa, el filo de una navaja que la conduce a su deshumanización. Huelva se ha lanzado a la calle para protestar contra los abusos laborales y sexuales a las temporeras, muchas de ellas migrantes que no querían serlo. El papa Francisco ha escrito un bello documento, la exhortación apostólica Amoris Laetitia Sobre el amor en la familia, y vemos lo ocurrido en Estados Unidos de familias encerradas, y niños separados de sus padres. Afortunadamente Donald Trump rectificó. Hay mucha tristeza entre los muros de los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE). En el año 2015 llegaron a Europa un millón de personas. Decía el papa Francisco en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium La Alegría del Evangelio, que «la solidaridad es una reacción espontánea de quien reconoce la función social de la propiedad y el destino universal de los bienes como realidades anteriores a la propiedad privada». El problema de las migraciones forzadas es el de siempre, ricos contra pobres, explotadores y explotados, insolidaridad para un crecimiento desmedido de unos pocos. Es la triste realidad. Debemos establecer caminos de solidaridad pero también incidir en que la solución hay que buscarla en los países de origen y sus problemas, muchas veces generados por nosotros, los que no queremos a los migrantes que creamos, y nos tranquilizamos con una insuficiente solidaridad. Necesitamos nuevas políticas con los que ya no tienen tiempo.

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