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Actualizado: 22 jun 2018 / 23:29 h.
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A la vuelta del verano lo sabremos, después de enfriar la última noticia bomba del curso que está a punto de expirar. Las previsibles –y necesarias– elecciones para volver a poner en pie al maltrecho Consejo de Cofradías no deben demorarse más allá de los plazos reglamentarios que marquen sus estatutos. La interinidad que está a punto de abrirse no es buena para la institución; tampoco para las personas que juraron el cargo sin darse cuenta de que las bolas siempre ruedan hacia abajo. Lo hablábamos la pasada semana y volvemos a retomarlo en ésta. Es el momento de apostar por la excelencia para recuperar confianzas. El máximo órgano representativo de las hermandades sevillanas debe experimentar una profunda revisión que conduzca a su cabecera a una persona que pilote el barco, sin vías de agua, durante los cuatro años preceptivos. Se ha comentado muchas veces: si las cofradías y su geografía humana son reflejo del tiempo y los modos en los que les ha tocado vivir, el Consejo no puede ser menos. Hay que aprender de lo que se ha hecho mal sin caer en beateríos, hipocresías ni golpes de pecho. Las miradas se dirigen ahora al rey que no pudo reinar que guarda un prudente y elegante silencio. Será difícil verle en San Gregorio. No necesita –ni querrá– pasar de nuevo por un fielato en el que ya empeñó el prestigio ganado en la modélica gestión de su hermandad. Y en la vida casi nunca se puede rebobinar.

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