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Actualizado: 15 dic 2017 / 19:40 h.
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Quisiera ser menos pseudoreligiosa, quisiera abstraerme del consumismo, de las celebraciones añadidas, de las obligadas y de las autoimpuestas, quisiera no haber llevado a mi benjamina a Cortylandia, quisiera que no hubiéramos montado el belén artesanal, personalizado eso sí, que no sólo adorna, sino que recuerda el mensaje de la fecha del evento, incluido el árbol de Papá Noel de los conversos, rudimentario, pero que reconozco nos alumbra como las estrellas.

Quisiera no comprar jamón ni marisco en estas fechas, quisiera no tener que mirar otra vez en mi libro de recetas de Simone Ortega, como se hace la Poularda Navideña, quisiera recordar sin mirar en los apuntes de mi madre, como se elabora a fuego lento el mejor pastel de merluza, quisiera no tener la tentación de comprar turrón y mantecados que no gustan en mi casa. Quisiera no recodar la letra de todos los villancicos de la mula y el buey, pero los aprendi como el catón y no los he olvidado.

Quisiera no hacer felicitaciones estándar, pero somos tantas las personas integrantes del indeseable whatsapps. Quisiera no haber picado en las participaciones de lotería de todas las hermandades, amén del decimo del Niño. Quisiera comprar los regalos de Reyes online, pero increíblemente opto por la bulla y el derroche de tiempo, y demás agobios del menester.

Quisiera un día libre en diciembre, pero este mes es de dedicación intensa y sin descanso para familiares y amistades, sin una sola jornada para una misma y mis circunstancias. Quisiera no haber empezado a prepararlo todo en noviembre, pero los Grandes Almacenes me anunciaron que ya había que pensar en la Navidad.

Quisiera poder denunciar por sexistas algunas campañas televisivas especialmente de perfumes femeninos, que atentan a todos los principios de cualquier código de derechos. Quisiera bloquear casi todos los anuncios, porque obligan a un tercio del país a padecer el síndrome de abstinencia, con el sustituto del caldito y el pollito de las hermanitas, y a las niñas recibir la barby de hace décadas, que donan sin nada más que la gratitud a cambio.

Quisiera que la tristeza disimulada no fuera tan dolorosa, por tantas ausencias de los más queridos de mi vida de entonces. Lo mejor de este decreto navideño, es tener el reto de desaprender, para compartir intensamente con los que amas y te aman sin condiciones, el camino de las tradiciones, aprendiendo que no hacen falta accesorios ninguno, para ser felices, a pesar de este sistema tan indeseablemente depredador, castigador e indecente.