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Actualizado: 26 may 2017 / 23:00 h.
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Si pensamos en las victorias electorales que se están produciendo (de carácter interno de Partidos o a nivel de Estados) podemos extraer una conclusión que convulsiona las relaciones comunitarias que hemos vivido: la pérdida de influencia real de los medios de comunicación en masa frente a los métodos digitales de comunicación directa, interpersonal y diversa.

Hace varios años, que un candidato se presentará sin apoyos válidos y claves dentro de los medios de comunicación tradicionales, o sin figuras claves que lo avalaran era una receta segura hacia el fracaso estrepitoso. La acción de lobby era clara desde los grandes grupos de interés editorial o de trasmisión de datos.

Hoy en día, con la aparición de la individualidad colectiva, es decir, de una sociedad interconectada pero individualista, grupal pero diferente, unida pero muy diversa; pierden capacidad esos grandes grupos, dejando paso cada vez más a una relación personal cada vez más directa. Es habitual cualquier empresa mediana tiene un sistema de mensajería instantánea con ella. A partir de ahí, el fenómeno crece, la campaña electoral cada vez estará más pensada para lo digital personalizado y menos para un mensaje universal a todo el electorado.

Por otra parte, frente a discursos de falta de interés por la política o las cuestiones comunes, se demuestra que cuando a las personas se les llama para decidir acuden. Cuestión diferente es que se les llame únicamente para aplaudir o rellenas actos. Para eso no van a volver.

Sí es cierto que, con un mensaje directo y poco tamizado, la capacidad de manipulación o disfraz de las verdaderas intenciones del candidato pueden crecer. Para contrarrestarlo, lo de siempre: pensamiento crítico, educación, cultura, responsabilidad, visión común e iniciativa propia para cultivar el desarrollo. Ojalá sea así.