Image
Actualizado: 20 ago 2018 / 23:00 h.
Facebook Twitter WhatsApp Linkedin Copiar la URL
Enlace copiado

Cuando a Gerald Brenan se le ocurrió el título de su famoso ensayo –El laberinto español– tal vez no sabía que estaba definiendo un estado de cosas permanente donde los episodios relacionados con su minotauro –Francisco Franco– son inagotables. El último, ese manifiesto de más de un centenar de militares intentando salvarlo en base a sus dotes de estratega. Intentar salvar al dictador del anatema diciendo que era un magnífico militar es como tratar de disculpar a Reinhard Heydrich del exterminio de los campos de concentración, diciendo que era buen economista. No hay que caer, por tanto, en esa trampa. Para argumentar que no merece un mínimo homenaje hay algo más sencillo: su incapacidad manifiesta.

Franco no es más que el producto de un militarismo colonialista de babuchas (nada que ver con el japonés, por ejemplo) que, tras imponerse por la fuerza en este país, fue incapaz de hacer con él algo que, por lo menos, lo acercara a la modernidad. A principios de los sesenta éramos muy pocos los españoles de familias de clase media que pudimos estudiar fuera de España. Por eso casi nadie sabe lo que pasábamos quienes, en el extranjero, teníamos que soportar constantemente la rechifla por venir de un país atrasado, regido por un autócrata y que no pintaba nada en el concierto de las naciones, una rémora en la Europa que entonces comenzaba a articularse. No sé si Franco fue un mal estratega; sí, en cambio, que, fuera de España, era una vergüenza ser compatriota suyo. Lo mismo que me sigue pasando –aquí y ahora– con los autores del manifiesto.

ETIQUETAS ►