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Actualizado: 20 oct 2018 / 21:29 h.
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  • Si yo tuviera un millón...

Fantaseaba Lilian de Celis en un cuplé muy antiguo -la mayoría no sabrán ni quién es ella ni qué es el cuplé-, aquello de “Si yo tuviera un millón... la vida que me iba a dar... lo bien que lo iba a pasar... Si yo tuviera un millón”, imaginando con todo eso lo que pasaría si la protagonista de la canción lograra, de pronto, atesorar esa cantidad de dinero. Un ejercicio que todos, en algún momento de nuestra vida, hemos realizado y que este fin de semana, le ha tocado hacer, sobre el escenario de la Sala Box de Sevilla, a la simpática Llum Barrera con su función, “La lista de mis deseos”.

Por cierto que ayer sábado me la encontré en una tienda -mientras yo buscaba un regalo para el cumpleaños de una amiga y ella estaba dando una vuelta pensando si se compraba o no un bolso que había visto en otro sitio y que le había encantado-, y me dio mucha alegría volverla a ver y comprobar cómo, cuando alguien la abordaba, ella respondía con total naturalidad y devolviendo ese mismo cariño que le daban quienes se le acercaban a saludarla. Porque, por muy millonarios que sean -que, en general, no es para tanto-, lo que alimenta de veras el corazón de los artistas no es otra cosa que sentirse admirados y queridos gracias a un sacrificado trabajo en el que, por una razón u otra, siempre están en la cuerda floja.

Al final, lo monetario es pasajero y nunca satisfactorio y son otras cuestiones mucho más profundas las que nos hacen verdaderamente ricos. Aunque lo de que el bolsillo lleno tampoco esté mal. Por lo menos, de vez en cuando...