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Actualizado: 10 jul 2019 / 17:14 h.
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  • Efectivos de la UME trabajan en un incendio de Toledo. / Efe
    Efectivos de la UME trabajan en un incendio de Toledo. / Efe

Actualmente estoy rodeado de aspirantes a ser funcionarios o de personas que ya lo son. Todos son buenas personas, trabajadores de primera categoría. Y creo que es el momento de decir algo sobre lo que son o van a terminar siendo.

Yo no soy funcionario. Me pareció que hacer otras cosas era más interesante. Además, eso de encerrarme durante meses para estudiar y conseguir plaza en un ayuntamiento o en el cuerpo de bomberos era demasiado. Nunca he entendido cómo alguien estudia y se esfuerza para terminar jugándose la vida vigilando la ciudad o en otro país. Miren como se lo pasan nuestros militares destacados en las distintas misiones de paz. No sé, nunca lo tuve claro. Por ejemplo, estudiar medicina para terminar en un hospital del Estado y no en una clínica privada ganando dinero a sacos me pareció un atraso. En la administración pública no se hace nadie millonario salvo los que roban. Y me temo que los funcionarios no lo hacen. Ya sé, ya sé. También son funcionarios algunos de los que roban. Pero estoy hablando de la gran masa trabajadora que forma este colectivo. De los pocos que han encontrado una mina en la que expoliar a diario, hoy, no hablaré. Sencillamente, me aburre.

No soy funcionario. No lo soy. Soy un tipo que se toma un café en horas de trabajo para despejar la mente, un tipo que si tiene la posibilidad de tomarse un día libre (porque tengo derecho a ello) lo hago sin pestañear. No soy funcionario y cada mañana salgo a la calle sabiendo que no habrá basura acumulada junto a los árboles, que los cacos estarán en prisión vigilados por guardias civiles, policías y funcionarios de prisiones. De camino al trabajo (lo hago andando) veo entrar a cientos de niños en un colegio público del barrio. Lo hacen contentos porque allí les cuidan y aprenden y hacen lo que un niño debe hacer. Los encargados de algo tan fundamental sí son funcionarios. Yo no lo soy.

Es muy injusto tanto chiste y tanto dime y direte sobre padres y madres de familia que acuden a sus puestos de trabajo con normalidad. No son los malos. No. Son personas normales y corrientes que se ganan la vida como cualquiera que no sea funcionario. Sí hay una diferencia, le guste o no le guste a la gente: trabajan al servicio de toda la sociedad. Piensen, por ejemplo, en la cantidad de personas se han quedado sin dormir esta noche pasada para que todo funcione bien. Piensen (ya sé que es un engorro y las gestiones son pesadas) en cómo sería el mundo si no hubiera trabajadores en los centros oficiales ordenando el mundo. No son delincuentes ni vagos. Eligieron un camino lleno de grandes esfuerzos para llegar al final. Esa es la diferencia. Muchas horas de estudio para acceder a un puesto de trabajo.

¿No serán los cargos políticos los que convierten todo esto en un desastre? Llegan con los que mandan cada cuatro años, con un sueldo estupendo, hacen lo que hacen y se van. Si es verdad que hay un problema de distribución del trabajo en la administración pública deben ser esos cargos los que lo resuelvan. No lo hacen y los funcionarios obedecen, mientras, órdenes estúpidas que no tienen ni pies ni cabeza, cambian sus puestos de trabajo porque a no sé quién se le ocurre que el edifico de enfrente es más bonito o lo que se les pase por la cabeza (siempre pensando en disparates, claro, porque hablamos de políticos y no de funcionarios). Si alguien cree (de esos que ponen a mandar en las administraciones) que la cosa no funciona que lo cambien; si existe un exceso de personal que no se convoquen oposiciones. Los funcionarios no tienen la culpa de todo esto. Sin embargo, llegan los nuevos y colocan a un montón de interinos, de personas señaladas con el dedo. Eso es lo que hacen. Gastar y gastar de mala manera lo que no es suyo. Es decir, robar.

Ser funcionario no debe convertirse en un estigma. Desayunar con los compañeros es algo que hacemos todos, hablar de fútbol lo mismo. Todos somos lo mismo. No entiendo por qué cuando hablamos de funcionarios nos la agarramos con papel de fumar. De verdad que no. Cada trabajador tiene un puesto en la sociedad y la sirve de un modo u otro.

Como sé que la frase estrella cuando se habla de esto es «sí, pero a ellos les pagamos entre todos» les pido que reflexionen sobre por qué todos estamos mejor gracias al esfuerzo que hacen. Los demás tenemos intereses más particulares y por esa razón el sueldo llega de otro lugar.

No soy funcionario. Pero me parece angustioso e injusto lo que hacen con este colectivo cuando las cosas del Estado se ponen feas. Criminalizan su labor y, acto seguido, les roban sus derechos.

¿Recuerdan lo que sucedió durante la crisis? Subida de impuestos, rescate de la banca y no abonar a los funcionarios una paga extra.

Es verdad que cada sector se llevó lo suyo en forma de recorte, abusos y demolición. No hay más que ver el número de parados y la vida a diario en la empresa privada desde hace años. Es verdad que todos hemos ido calientes a la cama. Pero a mí no me insultan por trabajar. Y a los funcionarios tampoco, pero casi. A eso no hay derecho.

No cometamos más injusticias con este colectivo. Piensen que es fundamental para que las cosas funcionen. Son como usted y como yo.