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Actualizado: 19 jun 2018 / 19:05 h.
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  • Un mundo más cohesionado

Apreciado Lector, me acerco de nuevo a Vd. inaugurando una nueva sección en El Correo de Andalucía, esta tendrá como marco referencial la economía del bien común desde la perspectiva de la Doctrina Social de la Iglesia Católica.

Hoy, ante los cambios políticos que envuelven a nuestra sociedad, es preciso recuperar el eje conductor de unos principios económicos que ayuden al desarrollo de un mundo más cohesionado económicamente.

Nos jugamos el futuro. El presente tiene que asegurarse estableciendo principios justos y éticos en los fundamentos económicos; sin la aplicación de la justicia será muy difícil construir un mundo más humano y solidario. Si el presente no tiene el componente de un equilibrio social, en donde toda la población pueda disfrutar de los bienes necesarios de una sociedad del bienestar, será imposible pergeñar un futuro que fomente la convivencia, el respeto y el progreso. Estas son las variables esenciales que deben fundamentar un mundo que facilite la existencia de la democracia en todos los países.

La economía es un eslabón esencial, si este se rompe es imposible desarrollar una sociedad que sea coherente desde la dimensión social. La riqueza que debe de generar un sistema económico debe transformarse en riqueza social.

La ética en la economía, hoy más que nunca, es esencial. Recientemente, el Vaticano ha publicado un documento cuyo título es: Oeconomicae et pecuniariae questiones. Consideraciones para un discernimiento ético sobre algunos aspectos del actual sistema económico y financiero.

Cito textualmente un párrafo de este documento, en el que queda claro qué principio debe de regir la economía.

«El amor al bien integral, inseparablemente del amor a la verdad, es la clave de un auténtico desarrollo. Todo ello se busca con la certeza de que en todas las culturas hay muchas convergencias éticas, expresión de una sabiduría moral común, sobre cuyo orden objetivo se funda la dignidad de la persona. En la raíz sólida e indisponible de este orden, que proporciona principios comunes y claros, se fundan los derechos y deberes fundamentales del hombre; sin él, la arbitrariedad y el abuso de los más fuertes terminan dominando la escena humana. Este orden ético, arraigado en la sabiduría de Dios creador, es por lo tanto el fundamento indispensable para edificar una comunidad digna de los hombres, regulada por leyes inspiradas en la justicia real. Esto vale todavía más ante la constatación de que los hombres, aún aspirando con todo su corazón al bien y a la verdad, a menudo sucumben a los intereses individuales, a abusos y a prácticas inicuas, de las que se derivan serios sufrimientos para toda la humanidad y especialmente para los más débiles y desamparados».

No podemos dar la espalda al cumplimiento de los parámetros éticos en todos los actos que se deriven de operaciones económicas, haciéndolo nos estamos destruyendo a nosotros mismos. La economía del bien común basada en la Doctrina Social tiene que ser un referente porque solamente, desde el mismo, será posible la convivencia pacífica y justa. Hoy, es preciso recuperar esta visión, por esta razón, a través de las páginas de El Correo de Andalucía, intentaré ayudar a todas las personas que lean este medio a profundizar en el significado y aplicación de la economía del bien común.

Mi próxima reflexión versará sobre la responsabilidad que tienen los políticos en la generación de un marco económico iluminado por la justicia social, siendo esta el común denominador de los intereses económicos.