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Actualizado: 21 abr 2018 / 17:51 h.
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La Feria, entre millones de estampas diferentes, es la armonía de las pinzas buñoleras sobre perolas cíngaras caracoleras, como las que mi amigo JUAN mima y guarda entre encajes de azahares y aromas farrucos de su raza de especial arte sevillano.

La Feria son las cortinas cerradas de una caseta por una improvisada reunión que nadie organizó pero que reunió, al azar, al cantaor que llega hartito de aguantar a los mandamases y aparentaores, al guitarrista que aún no ha afinado sus dedos sobre las seis sultanas de su sonanta, a la bailaora que necesita la libertad de un revuelo, sin tasas que la midan, el genio de un patá que sea enmarcada en las retinas de los que siempre saben estar... Escuchar es tan especial como levantar el catavino en el instante preciso... La borrachera no se busca, hay que saber cual es el ralentí exacto de remojar las gargantas.

La Feria es el jinete que sabe desde vestirse como Dios manda hasta contarle a su caballo los pasos medidos que debe llevar en todo momento para no molestar entre tantos jinetes de mentiras sobre caballos prestados y calzas metidas con más dificultad que PEPE “El Escocés” bailaba sevillanas con una “mediana” de la Cruz, sobre la boina de su cabeza.

La Feria es multitud, bullicio, griterío, música, alguna que no viene al caso... Hay que normalizar el sistema de que el requetón y la bachata, entre otros ritmos, se callen durante una semana, solo una semana... y cantemos y bailemos sevillanas y sevillanas, la danza de la Feria, la danza del pueblo, la Danza del Amor.

La Feria es la gran Portada de un paraíso único, el Real donde todos los vanguardistas quieren evolucionarla y reinventarla, de aquellos que “ER 77” les suena a los finales de los cupones de su enfermiza sabiduría.

La Feria es tan eterna como imperecedera... Cuidémosla, guardémosla, démosle nuestro compromiso de respeto para con nuestras tradiciones y nunca olvidemos que tener la mejor Feria del Mundo no es ni fácil ni casual. Es el compendio del esfuerzo de muchos de nuestros antepasados... Una historia que hay que saber tan “al dedillo” para mirarla con mucho arte y decirle, convencidos, ¡OLE!.