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Actualizado: 23 jun 2018 / 21:34 h.
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Fue como si a una olla a toda presión se le quitase la válvula de escape, en segundos la alta presión interior desaparece. Se ha repetido hasta la saciedad que la moción de censura de Pedro Sánchez contra Mariano Rajoy ha sido la primera que triunfa desde que vivimos en democracia. Lo que no se ha dicho tantas veces es que esta era la primera ocasión en que los elementos para que así fuese estaban claramente sobre la mesa. El fraccionamiento político de la Cámara, planimetría a la que deberíamos irnos acostumbrando, tiene vida y lógica propias, acusadamente diferentes de lo que sucedía en los tiempos del bipartidismo. La pluralidad de partidos con representación en el Congreso ha sido pues un factor clave. Pero había otra razón incluso más importante que esta. Para el triunfo de la moción hubo ocassio, es decir, justa causa que la hiciese comprensible y legítima. Sánchez adivinó que con la sentencia del caso Gürtell el Gobierno de Rajoy quedaba tocado y hundido y, a diferencia de Rivera, se atrevió a asumir en solitario el coste total de la operación.

La consecuencia de lo que sucedió es conocida. Sánchez es ahora Presidente del Gobierno con un Consejo de Ministros monocolor y bastante potable en cuanto a solvencia. Por su parte, el líder de Cs perdió pie y se quedó en el aire, que es donde sigue, estudiando cómo aterrizar ahora que en la oposición se sienta su más directo rival. De Podemos solo cabe decir que se le fue la fuerza por la boca, pues nadie desde las escrituras es capaz de negar tres veces sin que el gallo cante.

El mes de junio nos trajo el verano y la descompresión. Porque si algo importante nos hemos demostrado es que somos una sociedad políticamente madura. Sin haber pasado nada ha pasado todo. De repente es como si nos hubiésemos quitado de encima una montaña entera de crispación. Al punto que hasta los independentistas más irredentos se han quedado descolocados. Si lo que pedían era diálogo, ahora serán ellos los que tengan que decidir si quieren venir a la mesa a la que han sido invitados. Con la llegada de Sánchez coincidió el fin del 155 CE, más retorno a la normalidad no se puede pedir. Torra es ahora President de la Comunidad Autónoma catalana que sigue ahí cual dinosaurio de Monterroso, pero sin que para verla nos hallamos tenido que despertar de ningún mal sueño. Lo que hemos vivido ha sido cruda realidad bien despierta.

«Nos han salvado la vida», me decía un cargo del PP. «Estábamos muertos y esto va a permitir que nos rearmemos». No me digan que no es para estar felices y orgullosos de este país. A fin de cuenta la política como la energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma. Lo llaman democracia.