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Actualizado: 13 jul 2017 / 11:53 h.
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  • Un ridículo mayúsculo

«No estoy arrepentido», dijo el presidente del Sevilla cuando intentó justificar el mayor ridículo que recuerda la afición nervionense en mucho tiempo. El presidente no sólo no da marcha atrás y reconoce el error, sino que achaca lo ocurrido única y exclusivamente a Vitolo. Castro se mostró como víctima de «un atropello» por parte del jugador y el Atlético de Madrid con la connivencia de la Unión Deportiva Las Palmas. Tiene parte de razón, pero se echó en falta cierta autocrítica por parte del presidente que, eso sí, sabe que su figura se debilita y atraviesa el peor momento de su gestión al frente del club. No se pueden poner paños calientes. Pepe Castro tuvo la oportunidad de pedir perdón y prometer una venganza en los juzgados, que según él mismo todavía «hay que valorar», pero que a buen seguro llegará.

El mandatario tiene que dar un golpe sobre la mesa y demostrar dominio de la situación. Huir hacia adelante no conduce a nada y el sevillismo necesita respuestas. Hay que ser consecuente con los actos y haber sacado pecho como hizo el pasado lunes no ha servido para nada. Mucho más si esto se queda así y la entidad no pelea por hacer valer sus derechos. El problema es que esto no es la primera vez que sucede. Las filtraciones a medios afines ya provocaron situaciones desagradables hace algunos meses. A Castro le puede el ego. Es impaciente y no sabe manejar los tiempos. Necesita contar lo bueno que pasa para recibir el beneplácito de la hinchada. Su mayor obsesión siempre ha sido demostrar una capacidad que ha vuelto a quedar en entredicho. Se precipitó el pasado mes de enero al desmentir la salida de Monchi y lo mismo ocurrió con la famosa oferta de capital chino para comprar el club. Cedió ante las presiones de los Biris y dejó que Tebas lo pusiera contra las cuerdas frente a los suyos. La política de renovación de abonos ha sido otro duro golpe en una campaña en la que ha pasado de todo. Todo ello sirvió de detonante a esta situación. El afán por contentar a los su gente le llevó a precipitarse, e incluso mentir. Pues tras la intervención de ayer en los micrófonos de la radio oficial, queda claro que la renovación de Vitolo jamás estuvo «firmada y sellada», como el propio Castro anunció la noche del lunes. Al final resulta que todo queda en «18 kilómetros de mensajes de WhatsApp» con Vitolo y el compromiso de sus agentes por escrito, pero de la firma, ni rastro. Papel mojado, presidente. De hecho, el ente federativo no reconoce estas pruebas como muestras de una renovación. Habrá que ver qué piensa la justicia ordinaria, pero creo que esta vez se lanzó a una piscina con poca agua.

Un dirigente con su experiencia al frente de una entidad de este nivel no puede cometer un error tan grosero. El Pepe Castro que la gente espera es el del talante y el consenso. El mismo que protagonizó la transición de un Sevilla campeón a un Sevilla supercampeón. Nadie puede quitarle el mérito de lo logrado estos últimos años. El Sevilla necesita abrir un periodo de reflexión interno que solvente la evidente guerra subterránea que se brinda en sus despachos. La dimisión de Del Nido Carrasco es el mayor síntoma de una situación insostenible. Lo malo no es equivocarse, es no saber reconocer el error.