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Actualizado: 05 sep 2018 / 17:29 h.
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  • Ellos, los jefes del deporte blanco

Que ellos, los hombres, son los grandes jefes del mundo del tenis no genera en mí duda alguna. Sobre todo, después de las semanas de polémicas que llevamos alrededor del vestuario femenino de las jugadoras y las regañinas parentales por exhibir ombligo. El sexismo vuelve a adherirse, con la misma pegajosidad que el calor en estos torneos veraniegos, provocando una situación de ahogo, recurrente y de sobra conocida por las muchas mujeres que han hecho del tenis su forma de ganarse la vida. Mujeres valientes que a pesar del socavón salarial, que merece capítulo aparte, luchan por conseguir la igualdad en este mundo de hombres y acabar con un código de reglas, conductas y normas que las sitúa en una posición de clara desventaja con respecto a sus compañeros.

La última en volver a retomar el debate sobre el sexismo en el tenis ha sido la deportista francesa Alizé Cornet. Que hace unos días, en el Abierto de Estados Unidos, osó cambiarse la camiseta porque la llevaba puesta del revés. El juez, que la reprendió por comportamiento no deportivo, vio en la escena un nivel de exhibicionismo incompresible para el resto de mortales. Con un sujetador deportivo debajo, que le tapaba medio torso, Alizé no vio venir el revés patriarcal. El juez Christian Rask le refregó en la cara el código de conducta y como desgraciadamente hemos visto en otras ocasiones, se volvió a infantilizar y cosificar por enésima vez a las mujeres. Hay que reprenderlas, porque no saben comportarse públicamente y recodarles las normas de vestuario, pero a la vez las dejamos pelearse en cada partido con las tradicionales e incómodas faldas blancas. Ahí, nos da igual que la ropa se transparente, se levante, se mueva en exceso y no ayude a la libertad de movimientos de las deportistas. No podemos seguir afirmando que el deporte blanco no es sexista mientras sigamos usando el cuerpo de las tenistas como parte del espectáculo visual.

Los organizadores del Open han reculado y, vía comunicado, han pedido disculpas ante el incidente, más condicionados por la presión social que por querer hacer las cosas bien. Sobre todo, porque si para ellos, que Federer, Nadal o Djokovic estén sin camiseta el tiempo que quieran en sus sillas y despatarrados no incurre en una situación antideportiva, la conciencia de género muy trabajada no la tienen.

Serena Williams también ha acaparado las portadas de la prensa deportiva en las últimas semanas. La ganadora de 23 Grand Slams individuales, referente para otras mujeres por su lucha hacia la igualdad, defensora de la multi-etnicidad, del cuerpo femenino más allá de los cánones tradicionales y la maternidad, vuelve a ponerse en el ojo del huracán. Esta vez, por asistir al Open de Francia con un mono enterizo, ceñido, de color negro y banda roja en la cintura, para recuperarse más rápidamente de sus problemas circulatorios, tras un parto espantoso. Ella se sentía como una heroína, pero esto debió ser mucho empoderamiento y rebeldía para los señores del tenis, como Bernard Giudicelli, presidente de la Federación Francesa de Tenis, que afirmó, así sin despeinarse, que no se volvería a repetir dicho espectáculo y Serena tendría que respetar las reglas del juego de aquí en adelante. Está claro que el fin terapeútico del mono pasó desapercibido para Bernard. ¿Pero que hubiera pasado si el protagonista de esta historia hubiese sido Nadal o Djokovic? Bien sabemos la respuesta. Nike, quien diseñó este mono para Serena, no quiso dejar pasar la oportunidad para apoyar a la tenista y hacer campaña de marketing en un magistral 2x1, posteando el siguiente tuit: «Puedes quitarle el traje a un superhéroe, pero nunca puedes quitarle sus súper poderes».

Serena Williams, luchadora incansable, ha decidido hacer oídos sordos y alejarse del oportunismo de quien pretende hacer leña del árbol caído, y en una de sus últimas apariciones deportivas lució una falda negra de bailarina. Y con esta imagen de poder, raza y feminismo me quedo, para enterrar de una vez y por todas las palabras de hace dos años de Raymond Moore en el torneo de Indian Wells, cuando afirmó que las tenistas se benefician del éxito de los hombres y deberían arrodillarse cada noche y dar gracias a Dios por el nacimiento de Federer y Nadal, que son los que han llevado el peso de este deporte. Aunque tras estas palabras a Raymond no le quedó otra que dimitir. Dos años después, volvemos a los mismos debates, más o menos edulcorados. Serena Williams, Simona Halep o Caroline Wozniacki son algunas de las muchas tenistas que a pesar de todo han seguido hacia delante, reivindicando la importancia de sus logros deportivos. El camino del éxito no es fácil, menos aún si te lo llenan de piedras. Más mujeres como ellas son necesarias, para que nuestras niñas tengan grandes referentes y nuestros niños aprendan que, sin ellas, el mundo se queda a medias. Mujeres fuertes, que no se rinden. Heroínas que no necesitan de nadie para brillar con luz propia.

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