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Actualizado: 04 sep 2018 / 20:50 h.
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  • La debilidad del Gobierno

Las declaraciones que realizó el presidente del Gobierno en las que afirmaba que el final del desafío separatista catalán se tiene que sustanciar en forma de voto, como «un referéndum por el autogobierno, no por la autodeterminación», representan toda la debilidad de un Gobierno, todo el chantaje al que está siendo sometido, toda la torpeza de un político al que no le falta inteligencia aunque sí experiencia, todo lo que el lenguaje tiene de importancia en la política y lo peligroso que puede resultar un uso irresponsable de las palabras.

El Gobierno de España es rehén de los nacionalistas catalanes y vascos, de lo que persiguen grupos que desean una ruptura ilegal y, por tanto, imposible con el Estado. La aritmética parlamentaria es exacta y condenó desde el primer momento a Pedro Sánchez. Solo con el apoyo de los secesionistas era posible gobernar.

Los políticos independentistas han conseguido que el Gobierno se acerque a su discurso. El pueblo quiere votar y eso es la democracia. Es el mensaje que han lanzado una y otra vez. Pero Sánchez no es capaz de entender que el independentismo ya no quiere más autogobierno, ya no quiere estatutos de autonomía, ya no quiere nada que tenga que ver con España. El independentismo quiere una república independiente catalana, quiere votar para poder apresurar las cosas. De hecho, en Cataluña se ha dejado de hacer política y el único objetivo (impuesto por el independentismo al cerrar el Parlament) es romper con el Estado sea como sea. Por otra parte, ese acercamiento que trata de escenificar Pedro Sánchez está vacío de contenidos en la práctica. Cuando dice que el mayor autogobierno es la solución, hay que preguntarse a qué puede referirse ya que la autonomía de Cataluña es especialmente amplia. Casi habría que inventarse competencias para poder transferir algo más a esa Comunidad autónoma. Esto será motivo de nueva rectificación de político sin experiencia suficiente.

Los políticos independentistas catalanes (y vascos) han detectado una enorme debilidad que quieren explotar al máximo. Y lo quieren hacer enviando mensajes claros y contundentes. Quieren la independencia. Más claro imposible. Sin embargo, Sánchez sigue jugando a las palabras sin entender que el peligro de decir es tan enorme como el de sugerir o un silencio relevante. ¿No es mejor decir con claridad que un referéndum por la autodeterminación es ilegal e imposible en lugar de afirmar que «el hecho final tiene que ser una votación»? Lo único que consigue Sánchez con un discurso tan blando es animar a los independentistas, o confundir a muchos españoles aburridos y fatigados, o insultar la inteligencia de todos.

El Gobierno de España no puede ceder ni un milímetro al independentismo, no puede hacer gestos que parezcan premios para los que quieren destrozar España, no debe consentir que los intereses del país queden relegados a un segundo plano. El Gobierno de España está obligado a defender la integridad del Estado y los derechos de los ciudadanos. Y si para gobernar necesita del apoyo de los que no entienden algo tan básico, lo mejor es renunciar y convocar elecciones.