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Actualizado: 04 sep 2018 / 09:11 h.
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  • La hora de la discordia

Votar en democracia es importante puesto que es el momento en el que el ciudadano puede indicar cuáles son sus preferencias. Pero no es lo único y, sobre todo, no puede convertirse en una especie de mantra que todo lo ordena pase lo que pase y sea lo sea que se vota.

Conviene recordar que votar ha sido posible incluso en dictaduras como la que sufrieron los españoles durante cuarenta años. Sin llegar a la frivolidad, conviene aplicar el sentido común para valorar aspectos de la realidad, como es el derecho a voto de los ciudadanos si son llamados a hacerlo. A veces las palabras gruesas que se refieren a conceptos muy generales, conceptos que aluden a la esencia de las personas, se utilizan para acumular razones que, sencillamente, no existen.

Desde la Unión Europea se ha querido saber si los cambios de hora, que se producen en los países miembros desde hace años, son beneficiosos o no; si se está de acuerdo con ellos o no. Algo más de cuatro millones y medio de personas han contestado. Tres de ellos son alemanes. Los españoles no alcanzan los ochenta y siete mil. ¿Es esta una consulta que se tenga que tener en cuenta sin pensarlo un solo minuto? Claro que no. ¿Las opiniones de todas estas personas se sustentan sobre un criterio sólido o sobre una opinión completamente subjetiva? No lo podemos saber y eso es, en sí mismo, un problema.

Si bien es cierto que parece que la tendencia en contraria a esos cambios de hora (los ahorros energéticos son menores y hay quien defiende que son, incluso, causas de depresión y malestar en las personas) sería más que conveniente que cada país estudie con seriedad su caso concreto para tomar medidas que no afecten negativamente a ningún territorio de la Unión. En el caso del sur de Europa, las horas de sol son fundamentales en los desarrollos productivos y su realidad no tiene nada que ver con la de los países del norte.