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Actualizado: 11 ago 2018 / 22:36 h.
  • Juan Carrasco, en las instalaciones de la empresa palaciega. / Á.R.
    Juan Carrasco, en las instalaciones de la empresa palaciega. / Á.R.

—Fitland SL es ya una de las mayores empresas palaciegas, pero usted sigue siendo el alma y el motor, ¿no?

—Sí, es una empresa de Juan Carrasco, gerente y administrador del cien por cien, aunque las naves son alquiladas.

—¿Cómo nace una empresa así en el pueblo del tomate?

—Es curioso, porque seguimos cargando con el tópico de los andaluces. Mucha gente piensa que aquí construimos maquinaria agrícola. A mí siempre me gustó este mundo. Monté el gimnasio Olimpo en 1993, antes de ser Policía Local y dejarlo. El Olimpo sigue funcionando. Cuando le comenté a mi padre que iba a montar una empresa donde la gente iba a pagar por esforzarse me tomó por loco. Empecé de comercial en una empresa parecida a esta en Albolote (Granada), que ya no existe. Fui ascendiendo, hasta que me vine y monté la mía propia con el nombre de Adán. Equipamientos Deportivos en Alcalá de Guadaíra. Allí estuvimos poco más de un año, en el polígono San Jerónimo, con otro socio, pero le compré su parte y me vine al polígono El Muro de mi pueblo. Llevamos ya 11 años.

—¿En unas instalaciones que se quedan pequeñas?

—Un poco sí, aunque tenemos 5.000 metros cuadrados entre la planta de producción, montaje, soldadura, pintura, almacén, tapicería... Además, contamos con otra empresa que es realmente la que se llama Fitland, dedicada a productos dietéticos, y tenemos nuestra propia marca, X-UP.

—Y muchos trabajadores, todos palaciegos, por cierto.

—Sí, todos de mi pueblo. Unos 22 empleados directos y al menos cinco o seis indirectos, durante todo el año. De los productos dietéticos tenemos repartidores que viajan por el país. Ninguno trabaja casi nunca por la tarde, porque tienen un horario de 7 a 15.15, excepto los viernes, de 7 a 14.00 horas. En el fondo somos una empresa familiar, porque trabajan mi mujer, mi cuñado, mi cuñada, dos sobrinos, un primo... Son gente muy cercana, y es lo mejor para tener confianza, aunque todos son muy profesionales en lo suyo.

—Dieron el salto a partir de la crisis, en 2008...

—Tiene su explicación. Mucha gente, al no tener trabajo, tenía más tiempo libre, e ir al gimnasio es barato. Fue entonces cuando pude comprar la marca GAC, que había tenido 45.000 metros de instalaciones y 250 trabajadores. La crisis se la llevó.

—¿Y cómo sobrevivió?

—Con mucho esfuerzo e inversión. Y eso que no contamos con ayudas. En otros países, cuando una empresa como esta va a una feria internacional, se le subvenciona la mitad, pero aquí es muy difícil... Alguna vez pensé en cerrar, pero empezamos a ganar en imagen de empresa seria.

—¿Gracias a qué?

—A un producto de calidad y a buen precio. Y a que casi no tenemos competencia en toda España, salvo una empresa similar en Toledo, y los chinos, que fabrican más barato aunque de peor calidad... En Francia no hay una empresa igual. En Italia, dos solamente. Pero vendemos allí. Nuestra clientela son los gimnasios de toda la vida, asociaciones, equipos de fútbol, el 061, los parques de bomberos, la policía, los militares de las bases de Rota y Morón... Vendemos mucho en Extremadura, Canarias, Mallorca...

—¿Y en el extranjero?

—Por supuesto. Vendemos en Portugal, Egipto, Suecia, Suiza, Finlandia, incluso en EEUU... Pero hay que estar constantemente innovando.

—¿Cuánto factura al año?

—Casi cuatro millones de euros. Pero las grandes cifras pueden ser engañosas. Necesito 10.000 euros todos los días para abrir la puerta. Y 200.000 en sueldos, y si no facturamos, hay que buscar el dinero. El año pasado compramos una máquina de limpieza que costó 150.000 euros. Aquí no hay tantas industrias auxiliares como en Bilbao, así que lo que necesites lo tienes que comprar tú.

—¿Qué es lo que más produce su empresa?

—Todo tipo de maquinaria de musculación, para brazos, piernas, pecho... Y también todo lo relacionado con el culto al cuerpo, desde alimentos a cosmética. Hoy se depilan mucho más los hombres que las mujeres. Necesitamos diversificar para rentabilizar esas nuevas inversiones. Por eso le estamos pintando a terceros con una nueva máquina de lacado. Acabamos de ganar una concesión para construir todas las torres de vigilantes de la playa en la Costa del Sol.

—¿Cuál es la principal materia prima que precisan?

—Está claro: el hierro, que se lo compramos a Paco Reyes, de aquí de Los Palacios, o en el País Vasco.

—¿Cuál es su principal reto de futuro?

—Meternos en Latinoamérica, sobre todo en Colombia y Venezuela, y captar otros mercados como Canadá y EEUU, aunque sea complicado con Trump. Y sacar productos nuevos. Estamos volcándonos también con maquinaria de gimnasio para la tercera edad e incluso con atracciones acuáticas.