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Actualizado: 28 may 2017 / 22:45 h.
  • Camino de fe con destino de ensueño
    Imagen de un grupo de peregrinación que el pasado mes de enero visitó Tierra Santa. Al fondo, Jerusalén. / I.R.
  • Camino de fe con destino de ensueño
    El Centenario de las apariciones centra la atención en Fátima.
  • Camino de fe con destino de ensueño
    Anualmente miles de personas hacen el Camino de Santiago.

La Biblia nos habla de la peregrinación en el Salmo 122 (121): Qué alegría cundo me dijeron / Vamos a la casa del Señor / Ya están pisando nuestros pies / Tus umbrales, Jerusalén.

Una peregrinación o peregrinaje es el viaje a un santuario o lugar sagrado con connotaciones religiosas efectuado por un creyente o grupo de creyentes. Jesús era un peregrino y eso demostró en su última visita a Jerusalén durante la fiesta de Pésaj, la Última Cena.

Los lugares de peregrinación sagrados pueden serlo porque allí sucedió un hecho significativo para la fe, porque contienen alguna reliquia, porque se venera a alguna figura, porque alguna actividad especial religiosa o por el entorno. Los motivos que llevan a un peregrino a realizar el peregrinaje también van, evidentemente, relacionados con sus creencias. O bien por una promesa, o por expiar culpas o por agradecimiento. Sea como fuere la búsqueda les mueve y les traslada a un lugar que viven de manera diferente a lo profano. A una realidad diferente donde se reencuentra con la historia de sus creencias.

PINCELADAS HISTÓRICAS

Las peregrinaciones iniciaron en la Iglesia antes de la paz otorgada por el emperador Constantino en el 313, aunque aumentaron considerablemente cuando la Iglesia gozó de paz y libertad en el Imperio Romano. Las más antiguas peregrinaciones cristianas tenían como destino Roma y Tierra Santa como a las tumbas de los mártires. La más famosa de las peregrinas de esa época fue una española de nombre Egeria, quien nos narra cómo se celebraban estas peregrinaciones en Tierra Santa en el siglo IV.

Las peregrinaciones en honor a la Bienaventurada Virgen María cobran fuerza entre los siglos V-VII principalmente en Nazareth. Pero, no es sino hasta los siglos XIV-XVII cuando lograron su más alto esplendor y participación. La Iglesia encontró en el Papa Juan Pablo II el modelo de los peregrinos. En el Occidente cristiano durante la Edad Media se distinguían tres clases de peregrinos: romeros, aquellos que iban a Roma; palmeros, aquellos que iban a Jerusalén; y peregrinos propiamente dichos, aquellos que iban a Santiago de Compostela. En definitiva los tres principales lugares de peregrinación cristiana, pero también hay otros muy importantes como el santuario de Guadalupe en México, Fátima en Portugal, Lourdes en Francia, Aparecida en Brasil, Reina de la Paz en Medjugorje, entre otros.

Peregrinar forma parte del acervo de las religiones. La misma palabra evoca marcha o camino. El peregrino es un viajero que se pone en ruta hacia otro lugar, pero el peregrino no busca la satisfacción del ocio, los buenos hoteles, el placer por el placer que conlleva un viaje. El peregrino tiene un objetivo que responde a su satisfacción interna, a su fe, a sus creencias y eso también afecta a cómo afrontar el desplazamiento.

¿Cuál es la diferencia entre viajar y peregrinar entonces? El fin. No obstante, en la actualidad es muy factible que ambos objetivos se mezclen. Se peregrina, se reza, se cumple con las directrices de las creencias, pero también hay resquicio para el disfrute, la convivencia y la satisfacción que da visitar lugares y absorber su cultura y sus costumbres. Hoy es difícil establecer un límite entre peregrino y viajero.

Acaso la señal más definitiva de un peregrino es la condición religiosa, que le confiere el conocimiento del destino buscado. Nadie es peregrino sin término, y nadie peregrina sin saber lo que busca. ¿Pero en qué se diferencia de un romero? En la lejanía del destino. Una romería es una celebración en un lugar santo, próximo a la propia residencia. Sin lejanía no hay peregrinación.

La peregrinación forma parte de la idiosincrasia de todas las religiones, pero se concibe de distinta manera. En la mayoría de ellas, lo que busca el peregrino es el milagro, la maravilla y es suficiente el desplazamiento para que esto ocurra. Para un musulmán que peregrina a La Meca ver la piedra de la Kaaba es el todo. Con ello su vida cambia. El cristianismo es otra cosa. Más que una religión, el cristianismo es una fe que se manifesta ante los otros dando origen a ceremonias y ritos.

LA SEVILLA PEREGRINA

Sevilla es una de las ciudades más activas en peregrinaciones, que pueden ser individuales o colectivas, aunque lo que más suele darse es la colectiva. La Archidiócesis se implica directamente en ellas y deja en su web suficiente información para todos los interesados.

Antonio Távora, director de Viajes Triana, la agencia que registra más número de peregrinaciones al año en Sevilla, cuenta con un programa intenso y muy completo para todo el año y que tiene como destino principal Tierra Santa. «El viaje siempre son siete noches (dos en Galilea, cuatro en Jerusalén y una volando)», asegura. Cualquier persona interesada puede sumarse a alguno de los grupos, que avalados por parroquias o hermandades, salen con destino a Israel el 30 de julio, el 2 de agosto, el 17 de septiembre, el 12 de noviembre y el 14 de enero. El peregrino va a hoteles de cuatro estrellas con todo incluido, traslados y guía y visitas a puntos tan relevantes para la Fe católica como el Jordán, Jerusalén, Belén, Galilea o Jericó, incluso puede disfrutar de las ricas aguas del Mar Muerto por unos 1.500 euros. La del 17 de septiembre va presidida por el Arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, y tiene un extensión de tres días más turísticos a Petra, Amán y parte de Jordania. «Las peregrinaciones están al alcance de todos. Cualquiera se puede apuntar a una», especifica.

Es más, pese al bajón de los últimos dos años, Távora comenta que este año «se nota una mejoría, está despuntando mucho y todo es debido a la situación de tranquilidad que hay en Israel». Y es que la duda surge a todo peregrino. La inestabilidad de estas tierras ha frenado a muchos a adentrarse en los lugares que paseó Jesús de Nazaret, sin embargo ahora todo ha cambiado. «No todo el mundo pregunta por la seguridad, ahora mismo preguntan más por París y Londres que por Tierra Santa, porque realmente es lo que está pasando».

Cuando se va en grupos –de unas 50 personas o más numerosas incluso–, todas llevan una dirección espiritual para acompañar a los peregrinos a rezar en Tierra Santa. Pero este destino no es el único que tiene demanda desde Sevilla. Fátima –ahora se celebra el Centenario de las apariciones–, Lourdes –algunas destinadas a enfermos–, Caravaca de la Cruz, etc., que suelen costar unos 180 euros, también tienen su gran público. El Camino de Santiago no cuenta con precio fijo, ya que va en función de los alojamientos y el transporte. La duración de la peregrinación a Fátima suele ser de un fin de semana, y todas ellas, salvo Tierra Santa, tienen el traslado en autobús.

«La gente tiene muy claro lo que quiere y lo que busca. El que va a una peregrinación sabe a lo que va, pero todo tiene su atractivo geográfico», matiza.