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Actualizado: 16 mar 2018 / 22:45 h.
  • El arrabal de la sevillanía
    Con el fotógrafo Manolo Ramírez junto al puente de San Bernardo.
  • El arrabal de la sevillanía
    Fernando, propietario de la taberna Miguelete.
  • El arrabal de la sevillanía
    El Santísimo Cristo de la Salud de la hermandad de San Bernardo el Miércoles Santo. / El Correo TV
  • El arrabal de la sevillanía
    José María, un zapatero vecino y profesional del barrio.
  • El arrabal de la sevillanía
    Taller de inglés en el centro cívico de La Buhaira.

A solo unos metros del centro pero con la autonomía suficiente. Lleno de historias pero rebosante de tranquilidad. Hermoso y sin embargo misterioso. Son solo alguno de los adjetivos que merece el barrio de San Bernardo, viejo arrabal de Sevilla en el que esta semana ha hecho su parada el programa ¡Mira qué barrio! Sus orígenes se remontan a mediados del siglo XIII. En concreto, al 22 de agosto de 1247, día de San Bernardo, en el que Fernando III el Santo llegó hasta los terrenos que ocupan hoy día el barrio y en los que decidió montar uno de los campamentos para el asedio de la ciudad. De hecho, los nombres de las calles que aún se conservan –Santo Rey, Campamento, Cofia, etc.– hacen referencia a este hecho.

La vida del barrio y su urbanismo se articulan a través de la calle San Bernardo, históricamente conocida como calle Ancha. Por ella han paseado una y otra vez los vecinos de esta zona. Los de ahora y los de antaño. No hace tanto que era frecuente ver por la zona a los trabajadores de la cercana Fábrica de Artillería, hoy ya en desuso a la espera de un futuro cultural, quienes configuraron un barrio de extramuros, aislado de la ciudad en cuanto se cerraba la Puerta de la Carne cada noche. Era el siglo XVI. Época en la que también se levantó la parroquia de San Bernardo, motor del barrio.

Con el paso de los años y la desaparición de los corrales de vecinos, la parroquia y sobre todo la hermandad de San Bernardo se han convertido en el sagrario que guarda las esencias de lo que fue el barrio. De hecho, el Miércoles Santo es una jornada festiva para ellos. Barrio cofrade y taurino. Nombres como el de Pepe Luis Vázquez, su hermano Manolo Vázquez y José Rivas, el Moreno Chico de San Bernardo, son solo algunos ejemplos de ello.

Si me fio de lo que dicen estas tecnologías modernas de hoy día, creo que puedo hablar con conocimiento de causa de San Bernardo. Dice mi móvil que para que ustedes hayan disfrutado del programa de esta semana, Juan Raya y un servidor hemos caminado algo más de 12.000 pasos. Que en kilómetros no sé a que equivale, pero ya les digo que a muchos. Tanto caminar, calle Ancha arriba, calle Ancha abajo, nos ha permitido conocer un barrio con dos caras: lo que fue y lo que es.

Lo que fue es lo que todo el mundo añora. Aquel barrio de grandes corrales en los que vivían más de 30 familias. Allí todo era compartido, hasta los problemas. Pero el hecho de estar acompañados hacía que la vida se viera de otra forma. De aquello solo queda el recuerdo en sus azulejos y en los adoquines. También en la memoria de quienes nos abrieron las puertas de sus negocios. Lo hizo José María, zapatero de un barrio en el que nació, del que tuvo que marcharse y al que ha tenido la suerte de volver. O Fernando, propietario del bar Miguelete, que nos enseñó las bondades de su cocina y un bacalao delicioso para esta Cuaresma.

Manolo Ramírez, fotógrafo y amante de su barrio, fue para nosotros un guía de excepción. Con él recorrimos los lugares más hermosos, esos que cuentan sus fotos, reliquias del paso del tiempo. Conocimos a Mary, que nos invitó a probar sus platos el Miércoles Santo, el día en el que las puertas de su casa están abiertas para todo el mundo que se acerque. Ese día, el Miércoles Santo, es fiesta local en San Bernardo. Entre otras cosas, porque la gente vuelve a casa y, como si de un cuento se tratara, la vida ofrece otra vez esas estampas de antaño que nunca debieron perderse. Y en todas, el Cristo de la Salud y la Virgen del Refugio, como devociones inalterables.

Que San Bernardo no es lo que era... pues seguramente sea así. Pero sepan una cosa, el barrio seguirá vivo, y no será solo una barriada dormitorio, mientras haya al menos un vecino que guarde la esencia de lo que fue. O mejor, mientras haya quien recuerde lo bonita que era esa vida que se compartía, como los platos de comida y la ropa que se desgastaba. Ay aquella Sevilla, ay aquellos patios, ay aquellos abrazos... que lejos quedan de nuestros días.

Pero San Bernardo siempre seguirá estando ahí, como su puente, el mismo que nos lleva del recuerdo al presente en solo un guiño. Tan hermoso como sus calles, tan azules como su cielo, tan de verdad como su gente.