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Actualizado: 13 sep 2018 / 10:05 h.
  • El milagro de educar sin medios
    ADAE se encuentra en la barriada de Rochelambert, en la calle Puerto de Somport, número 2. / Fotos: Jesús Barrera
  • El milagro de educar sin medios
    Noelia Bohórquez, Teresa Herrera y Mª Teresa Reina, profesoras del centro.
  • El milagro de educar sin medios
    Hacer los deberes forma parte de los quehaceres de los niños inscritos.

«Yo soy una de las locas que piensan que se puede transformar la sociedad a través de la formación y de la escuela», cuenta Teresa Herrera. Ella es fundadora y profesora, junto con tres compañeras más, del centro ADAE; un negocio implantado en Rochelambert que cualquier empresario convencional consideraría disparatado: gastarse su propio dinero en ayudar a que no se vengan abajo en la escuela los niños de barrios humildes con dificultades de aprendizaje o que arrastran serios problemas sociales o familiares. «Atendemos a gente de Su Eminencia, de Los Pajaritos, de Rochelambert, Tres Barrios-Amate... Y en el barrio ya todo el mundo nos conoce». Herrera, profesora de Francés en Torreblanca, dice llevar «muchos años» trabajando en el sistema educativo público, que pese a ser «maravilloso» no cuenta con recursos suficientes como para hacerse cargo del lado humano de la enseñanza. El resultado de ello es que «hay un montón de alumnado que se queda atrás». Y ahí es donde intervino ella hace cinco años creando esta Asociación por el Derecho a Estudiar, ADAE, donde el dinero de la última mensualidad del alquiler salió de su bolsillo porque «de ayudas públicas, ni un duro».

Su primer interés fue atender a niños hiperactivos, con retrasos madurativos y con déficit de atención, pero «la cosa se empezó a disparar» y comenzaron a llegarle «niños con todo tipo de problemas», y así se ve a día de hoy: con unos cien niños por año a los que atender a diario (y a los que dar de merendar, porque en algunos casos sospecha ella que es lo único que comen). Con el agravante de que muchas de las familias no pueden hacer frente a los 60 euros de cuota mensual –tres horas diarias, todos los días lectivos–, así que al final los números rojos están empezando a adquirir una tonalidad burdeos socialmente muy bonita, pero económicamente difícil de llevar.

Lo más duro son los niños «con situaciones socioeconómicas complicadas, cosa que evidentemente revierte en los estudios, porque cuando un niño va a su casa, abre el frigorífico y no hay nada, pues le importa un pepino hacer los deberes de Naturales. Es que es así. Porque hay prioridades en la vida y a nosotros nos pasaría exactamente igual. Si tu padre está en la cárcel, te has criado con una vecina, y tu madre politoxicómana te dejó en la puerta, tú comprendes que es complicado que te interese la Filosofía. Son niños muchas veces enfadados con la vida y bueno, nosotros, a través de un proceso de reeducación emocional, conseguimos reinsertarlos. ¿Y qué hacemos? Sonará muy cursi, pero los educamos desde el amor. Tenemos un sistema de trabajo que se podría llamar de acogida terapéutica. Hay veces en que, sinceramente, no podemos hacer ya nada, porque también nos encontramos con escollos en la familia, pero se consiguen muchas cosas. Hemos tenido muy buenos resultados académicos en niños que estaban desahuciados del sistema educativo».

Les repasan la lección, van a las tutorías, los llevan de excursión y les ponen películas... «Antes, si nuestros padres no estudiaban, consideraban un orgullo que sus hijos sí lo hicieran. Pero hoy, con los grandes hermanos, los supervivientes y los viceversas, todo es como dinero fácil, cómodo y ya. Y no se dan cuenta de que lo que de verdad te cambia la vida es tener una formación. Ellos, en sus casas, no tienen libros ni nada, y aquí tenemos una pequeña biblioteca y ellos se llevan libros para leer, les damos premios cuando traen la ficha rellena... tenemos también un plan de lectura, un programa de creatividad... En fin, que hacemos millones de cosas para que estén bien aquí. Y luego ya si eso nos encargamos de que estudien Matemáticas. La idea es ayudarlos y darles seguridad. Y educar en valores, que también es importante. Son niños perdidos, niños que no encuentran su sitio, que han sufrido mucho y no terminan de encajar en el mundo. Y aquí, como todos tienen una mochila, ellos encuentran una familia».