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Actualizado: 20 mar 2018 / 17:59 h.
  • Espera infernal a las puertas de la UE
    José Luis Olmedo, director general, en las instalaciones de Estepa, modernizadas en 2010. / El Correo

Los refugiados, casi todos llegados a las puertas de la UE desde Siria, llenaron las páginas de los periódicos hace tres años. Sus imágenes de desesperación se repetían en la TV, en las redes sociales... se organizaron protestas y la icónica imagen del niño kurdo Aylan, muerto en la orilla del mar Egeo, dio la vuelta al mundo.

Miles de esos refugiados siguen esperando a las puertas de Europa casi mil días después a poder colarse en un autoproclamado oasis de paz, al margen de las turbulencias de un mundo cada vez más caótico. Casi ningún medio de comunicación les presta atención. Han dejado de ser noticia y se mueren solos, atrapados con la guerra a sus espaldas y una UE que ha levantado muros de alambre de espino y concertinas aún más altos que el Telón de Acero.

En esta tierra de limbo, donde la vida de los refugiados vale poco –las ideologías xenófobas se han abierto paso por toda Europa del este– trabaja la ONG Escuela con Alma, de origen sevillano aunque en la actualidad con base en Valencia. En la ciudad serbia de Subotica, fronteriza con tres países de la UE (Croacia, Rumanía y sobre todo, Hungría), tiene un equipo de entre cuatro y cinco personas que se dedican a llevar alimento y leña a decenas de refugiados que viven ocultos, en viviendas en ruinas y que están saliendo de un invierno a -14ºC, explica la presidenta de la ONG, Rania García.

«No tienen garantía de supervivencia. Tienen la total cerrazón del Gobierno [del ultraderechista Victor Orbán, amonestado por la UE] húngaro, que los apaliza y deporta si se cuelan en Hungría, pero también del Gobierno y la sociedad serbias, y más cuando los refugiados son musulmanes, porque el odio de la guerra de Bosnia está aún allí en el ambiente».

La ONG necesita fondos para garantizar que estos refugiados (unos 400 en octubre, ahora menos de 300) puedan alimentarse. Eso supone unos 6.000 euros al mes. Casi todos ellos son afganos, pakistaníes, sirios e iraníes, pero entre las casas abandonadas de la frontera entre Serbia y Hungría malvive también un cubano, que intentó llegar a la UE vía Moscú y se ha quedado atrapado en la telaraña de Subotica.

«Lo que más nos preocupa», tercia García, «son los menores no acompañados, que llevan a sus espaldas miles de kilómetros en manos de traficantes de personas». Las violaciones de niños han estado a la orden del día.

Pero no es el único motivo de zozobra: el día 16 uno de los grupos de refugiados en Subotica sufrió un ataque xenófobo.

«Ya han sucedido varios en los últimos meses. Encapuchados que de noche y les roban móviles y enseres... Pero este fue muy grave. Un pequeño grupo de hombres (presuntos policías serbios), incendiaron una de las viviendas donde se refugiaban unas 30 personas», denuncia la presidenta de la ONG.

De hecho, cuando estos ataques no tienen lugar la policía húngara, al otro lado de la frontera, los refugiados son golpeados o echados a los perros antes de ser deportados a Serbia, donde la policía también intenta «su acoso y derribo hasta que se cansen y se vuelvan». De hecho, viven ocultos porque el protocolo serbio pasa por tres días de calabozo y su traslado al campo de Presevo, al sur del país, en la frontera con Macedonia, mucho más lejos de la UE.

«Hay un acuerdo entre España y Serbia de acogida de refugiados, pero la embajada española en Belgrado alega que no lo conoce», se queja García.

Antecedentes

Pese a su nombre, Escuela con Alma proporciona a los refugiados alimento, electricidad, recarga de baterías de los móviles –debido a las precarias condiciones en las que sobreviven– y actividades deportivas.

La ONG gestiona la llegada a Sevilla de la exposición de fotografías itinerante Infierno serbio para dar a conocer su situación, y agradecen donativos. Se puede contactar con ellos a través de Facebook.

Comenzaron a trabajar en Serbia en agosto de 2017, pero su experiencia con los refugiados se remonta a 2014 y en el estallido de la crisis de los refugiados acudieron a los campos de Grecia a prestarles apoyo, en el campo de refugiados de las Termópilas.