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Actualizado: 04 may 2018 / 22:00 h.
  • La felicidad compartida
    Mari Carmen regenta una droguería con años de historia.
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    Eduardo Rebollar en su escuela de flamenco en el barrio.
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    Para finalizar el día disfrutamos de unas cabrillas en el bar Capricho. / Fotos: El Correo Televisión
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    Loli Morales es la presidenta de la Asociación Vecinal Al Quivir.
  • La felicidad compartida
    Eduardo, histórico zapatero de Rochelambert.

La Sevilla de los años 60 que se abría a la modernidad era también una ciudad que se expandía residencialmente más allá de la muralla del Casco Antiguo. Así, en los terrenos de lo que era la Hacienda Amate, nacía un nuevo barrio (allá por 1968) que estaba llamado a convertirse en un espacio amable, en un lugar perfecto para vivir para aquellas familias que empezaban a forjarse y que querían pasar el resto de sus días entre zonas ajardinadas, espacios peatonales y viviendas de calidad. Les hablamos de Rochelambert, el lugar en el que ¡Mira qué barrio! hace parada esta semana.

Rochelambert, ubicado en el distrito Cerro-Amate, se encuentra situado entre los barrios de Juan XXIII, Santa Teresa y el Cerro del Águila. Dicen sus vecinos que lo tienen todo tan a mano que no es necesario moverse de allí para disfrutar de la vida. Pero, por si hiciera falta, el barrio tiene tres líneas de autobuses que le prestan servicio y, lo más importante, dos paradas de la línea 1 del Metro que en poco más de 5 minutos los planta en la mismísima Puerta de Jerez.

¿Qué les parece? Pues esto no es nada para lo que van a descubrir ahora. Les vamos a contar una historia que tiene como grandes protagonistas a unos vecinos tan enamorados de su barrio que son capaces de contagiar ese sentimiento a quienes se acercan a conocerlos. Ese es su gran tesoro y lo que hace que, sin duda, la vida nos sorprenda una vez más. Y es que, aunque en todos los barrios hemos sentido el cariño de sus gentes, debo confesar que lo de esta semana ha sido algo tan inesperado como inolvidable. No les engaño si les digo que había oído hablar de los vecinos de Rochelambert como una gran familia dispuesta a todo. Pero una cosa es lo que cuentan y otra la realidad. Y en este caso, el trato directo nos ha permitido descubrir a un grupo de personas increíbles, auténticas, cercanas, con buen corazón. Admiradores de un barrio, el suyo, cuyo amor son capaces de contagiar.

Todos tienen un brillo especial en sus ojos. Pero déjenme que les hable de Loli Morales, la presidenta de la Asociación de Vecinos Al Quivir, el motor de Rochelambert. Ella es pequeñita pero matona. Pequeñita de altura porque de corazón es tan grande como el lote de andar que nos dio por todo el barrio. Pero vaya si mereció la pena. Ella tiene claro por qué lo hace. Su trabajo es la herencia de Antonio Pozuelo, su marido, fallecido hace solo unos meses, genio y figura, líder vecinal incansable, alma del barrio, querido por todos. Por él, Loli sigue dándolo todo. Por él y para él, el barrio le dedicará este mayo una plaza que guardará siempre su memoria.

Con ella, y con Carmen, Lola, Manuel, Valentín... recorrimos todas y cada una de las calles del barrio. Disfrutamos de sus comercios más antiguos, del trato directo y cercano de sus gentes y del cariño que se tienen. Y es que son casi 50 años viviendo puerta con puerta y queriéndose mucho. Nos reímos con las anécdotas de Mari Carmen la droguera, con Eduardo el zapatero o con las chicas del corte y confección, donde Manoli cantó una copla que para qué les voy a contar. Nos quedamos embobados del arte de Eduardo y su guitarra, que enseñó a tocar hasta a Sting, y con la que ha recorrido medio mundo. El flamenco por bandera y como enseñanza.

Paseamos, reímos, soñamos, nos quisimos y encima hasta nos lo pasamos bien. Para rematar, las tapitas de David en el bar los condes y las cabrillas del Capricho para chuparse los dedos. Una excusa con la que brindar por un barrio, Rochelambert, que tendrá mil tópicos, alguna que otra losa social encima y lo que ustedes quieran. Pero que tiene tanto y tan bueno, que merece la pena. Sus calles, sí. Sus negocios, también. Pero, ¿y su gente? ¡Qué gente! Yo ya me siento uno de ellos, porque hay abrazos que no se regalan, ni se fingen. Son de verdad, como sus corazones. ¡Olé ustedes! Va por Antonio, por sus vecinos, por Rochelambert.