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Actualizado: 05 jun 2018 / 10:09 h.
  • Más que una fachada rosa
    Vista parcial de la entrada principal de la Casa Rosa, con su original parasol de estilo Art Noveau. / Manuel Gómez
  • Más que una fachada rosa
    La imagen exterior de la casa no da la medida de su singular interior y la belleza de sus jardines, excepcionalmente conservados. / Manuel Gómez
  • Más que una fachada rosa
    Escalera con barrotes en cristal de Bohemia. / El Correo .
  • Más que una fachada rosa
    Detalle de las buhardillas. / El Correo
  • Más que una fachada rosa

La tercera entrada que Google nos devuelve cuando hacemos la búsqueda ‘casa rosa Sevilla’ nos habla directamente de una «casa encantada». Y así, en sucesivos resultados, se invita al curioso a profundizar en en el relato de un espectro de escasa credibilidad. Resulta difícil pensar que un equipo de investigadores paranormales haya penetrado en el interior de este palacete toda vez que, actualmente, es sede de la Consejería de Medio Ambiente y también lo fue de la de Presidencia. Ubicada en la zona de Eritaña, en los aledaños del Parque de María Luisa, es este uno de los edificios típicamente franceses de la ciudad –el otro ejemplo mayor sería la Casa de las Sirenas con la que comparte, entre otros elementos, la imagen abuhardillada–. Pero mientras que la del bulevar esta más concebida como edificio o palacio, la que nos ocupa se encuadra más bien dentro de una construcción de menores dimensiones.

A mediados del siglo XIX, como tantos otros inmuebles de la ciudad, este terreno era propiedad de los acaudalados duques de Montpensier, que acabaron vendiéndolo en el año 1881 a Juan Cruz Moreno, el sastre del duque. Este a su vez se lo traspasó por un valor mucho más alto del que tenía a a Eugenia de la Rocha en el año 1894. Esta mujer, de marcados gustos afrancesados, levantó el edificio con la intención de convertirlo en residencia principal de la marquesa de Angulo. Pasaría entonces, en aquel comienzo del siglo XX, a ser conocido en Sevilla como Villa Eugenia, en homenaje a su legítima propietaria. Fue el arquitecto José Solares quien lo alzó conforme a los deseos expresos –y puntillosos en los detalles– de Eugenia de la Rocha, dispuesta a imitar una privilegiada mansión francesa en aquella Sevilla que ya acariciaba el oropel y la visibilidad internacional que iba a darle la Exposición Universal de 1929. Unos años antes, en 1916, Ramón Balbuena y Huertas reformó la fachada de la casa de la Avenida de Manuel Siurot dándole un perfil almenado.

Con el paso de los años la hoy llamada Casa Rosa –que algunos turistas, por su nombre, fácilmente podrían confundir con un lugar de lenocinio– fue modificándose con el transcurrir de los años, tanto interior como exteriormente. Arquitectónicamente toda ella es de estilo noble francés, algo que resalta gracias a su última planta abuhardillada, pero no solo. También goza de un mirador y de un singularísimo –en el contexto local– parasol de inequívoco estilo Art Nouveau. Otro asunto es la permeabilidad interior al contexto geográfico, ya que en ella hay incontables azulejos sevillanos de tradición hispano musulmana. Tampoco faltan los tradicionales blasones y escudos de los distintos habitantes de la casa antes de su uso finalmente administrativo. Y la escalera sobresale por unos llamativos barrotes realizados en cristal de Bohemia. No sería hasta finales del siglo XX cuando fue adquirida y rehabilitada por la Junta de Andalucía como edificio de la misma.

Fue durante la presidencia andaluza de Manuel Chaves cuando la Casa Rosa –también llamada por algunos Casa de Barbie– se remodeló y cambió parcialmente su fisonomía interior para adaptarse a la de una residencia oficial con piscina, blindaje de puertas y cristales y construcción de nuevas dependencias en abandonadas estancias anexas.

Cuenta la vivienda de tres plantas y semisótano. En las plantas baja y principal se ubican las piezas más importantes de la casa, destinándose la segunda a dormitorios para el servicio y otras dependencias del mismo carácter.

Hoy, cuando muchos de sus cuartos llevan décadas con la piel mudadas en anodinas oficinas, debe llamar más la atención del visitante la mera fachada y, especialmente, el jardín de casi una hectárea que posee y en cuya recuperación y apertura (forzosamente muy parcial) al público tuvo mucho que ver la asociación ecologista Plataforma Ciudadana por los Parques, los Jardines y el Paisaje de Sevilla, quienes trabajaron para que la Junta abriera al menos una tarde en semana estos llamativos y pintorescos jardines en buena medida, muy poco sevillanos. A diferencia de los del Cristina, éstos no han sufrido prácticamente remodelaciones y conservan el aspecto y planteamiento de los que ya gozaban cuando se construyó la casa. Todo el jardín es de estilo romántico en su orografía –salpicada por un coqueto y elegante lago– y el valor botánico de las especies que se encuentran aquí es verdaderamente notable por el carácter exótico de algunas, que gozan de un perfecto estado de conservación. Hay hasta nueve tipos de palmeras distintas, así como ejemplares traídos desde América. Se han contabilizado 89 especies de los cinco continentes entre las que destacan la palmera enana, la latania, el árbol de la vida o el cedro del Himalaya. Ejemplares de algunos de ellos también podemos contemplarlos en los casi aledaños Jardines de las Delicias ideados por Claudio Boutelou por lo que quizás no sería desacertado imaginar que este también fue quien planteó la disposición del jardín de la Casa Rosa. Visitar el mismo –como también algunas dependencias del inmueble– solo es posible solicitándolo por internet en la página web de la Consejería de Medio Ambiente, habilitándose la tarde de los miércoles no festivos durante todo el año.