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Actualizado: 17 abr 2018 / 09:32 h.
  • Medievo (privado) en pleno centro
    El inmueble, de estética medievalizante, hace esquina con la calle Cuna y adquiere formas propias de un claustro medieval. / El Correo
  • Medievo (privado) en pleno centro
    Detalle del comedor de invierno. / El Correo
  • Medievo (privado) en pleno centro
    Detalle de la torre de 25 metros del Palacio del Marqués de la Motilla. / El Correo
  • Medievo (privado) en pleno centro
    Vista parcial de la torre mirador. / El Correo
  • Medievo (privado) en pleno centro
    Detalle del patio principal del Palacio. / El Correo

Lleva toda su vida contemplándolo. Seguramente ha reparado en el Palacio del Marqués de la Motilla mucho más de lo que lo ha hecho en otras ilustres –y mucho más relevantes– edificaciones como la Casa de Pilatos o la de Salinas. Pero esta se halla todavía más a la mano que las citadas, en la calle Laraña, esquina con Cuna. Casi nada. Cualquier día es bueno para verlo, y en Semana Santa es telón de fondo de incontables instantáneas. Pero ya, hasta ahí. Porque solo sus propietarios cruzan el umbral de un inmueble privado sin ninguna posibilidad de visita.

Se alza imponente como si fuera un palacio medieval, sin embargo su vestimenta exterior obedece a la moda que prosperó en los años 20 del pasado siglo durante los cuales se alzaron numerosos edificios en toda Europa de apariencia medievalizante. El proyecto de este se redactó en 1921 y el Palacio se finalizaría justo una década después. Para alzarlo, el marqués de la Motilla contrató a los arquitectos Gino Coppede, que se encargaría del diseño del edificio, y Vicente Traver, director técnico de la obra.

De inspiración florentina y con una fachada, en términos exactos, de inspiración italiano-medieval, no se le escatimará al edificio la llamativa ocurrencia de su torre, de 25 metros y realizada en ladrillo. Coppede se inspiró en el Palacio Vecchio de Florencia para llevarla a cabo; como aquella, esta es de planta rectangular y la vemos coronada por almenas similares al palacio italiano.

Su construcción vino (relativamente) obligada por la necesidad de levantar una nueva fachada a la calle Laraña, afectada por la operación de ensanche a la que fue sometida a principios del siglo XX. Estas vías –también Martín Villa– precisaban de edificios que llamaran la atención del público y dieran presencia visual a esta Sevilla plenamente modernista y urbana que comenzaba a afianzarse en la primera mitad del siglo XX.

Desafortunadamente, hoy el Palacio es más conocido por sus habitantes, que por su valía arquitectónica. Y son muchas las hojas de revistas de papel couché dedicadas a algunos eventos sociales llevados a cabo en su interior. Al fin y al cabo, este edificio es también hijo de toda la renovación de la ciudad que se llevó a cabo con motivo de la Exposición Universal de 1929. Para conocer su interior, en el mejor de los casos, hay que recurrir a la imagen. Recientemente, la serie La Peste, de Alberto Rodríguez, filmó numerosas escenas en su interior ya que en él fue donde se recreó la vivienda de Zúñiga, el personaje al que da vida el actor Paco León. Las imágenes que del Palacio del Marqués de la Motilla podemos ver en la serie son análogas a las que sirvieron los responsables de la sitcom Allí abajo del Palacio de Monsalves, ajeno a las visitas por otras razones, su cerrojazo permanente.

Los motivos para que la familia propietaria y el Ayuntamiento de Sevilla pudieran llegar a un acuerdo de explotación parcial turística del edificio son varios, y no solo obedecen a su arquitectura. En la colección de arte del Marqués de la Motilla hay un Crucificado del Greco, y la barroquizante ornamentación de algunas estancias interiores, en contraste con las fachadas, llamarían mucho la atención a todo aquel que pudiera acercarse al mismo. Sorprenden otras varias cosas en este conglomerado visual, como los arcos neogóticos de sus ventanas enlazadas con delicadas columnillas, lo que le confiere un aspecto de auténtico castillo urbano. Por otra parte, y por pura delectación, los arquitectos dispusieron una galería de arcos de medio punto, visibles a pie de calle, que le da al mismo tiempo idiosincracia de claustro medieval al conjunto.

Un patio con bambús de varios metros de altura pensado como zona de esparcimiento pero totalmente separado del edificio principal es otra de las principales extravagancias de un Palacio que, por ahora, hemos de seguir imaginando