José Díaz Ramos (Sevilla, 3 mayo 1895-Tbilisi, Georgia, 20 marzo 1942) y Saturnino Barneto Atienza (Jerez de los Caballeros, Extremadura, 21 marzo 1894-Moscú, enero 1940) fueron dos dirigentes políticos y sindicalistas sevillanos claves en los años veinte y treinta del siglo XX. Ambos fueron anarquistas en sus comienzos y pasaron al Partido Comunista de España en 1927, atraídos por Alexis Ivanovich Katezbencov, agente de la GPU soviética.

Los nombres de Pepe Díaz y Saturnino Barneto Atienza, como dirigentes obreros sevillanos durante el primer tercio de nuestro siglo, sus actuaciones como secretario general del PCE y jefe de la Unión Local de Sindicatos en el puerto, respectivamente, durante la República y la Guerra de España, y sus exilios en la URSS, permanecen casi en el olvido para las actuales generaciones. Sin embargo, tanto Pepe Díaz como Saturnino Barneto fueron figuras humanas, sindicales y políticas básicas de nuestra reciente historia. Personas íntegras y consecuentes con sus ideales.

Podría justificarse el desconocimiento en la derrota del comunismo en España y en la posterior historia contada por los vencedores. Y no es verdad. Han sido precisamente los historiadores vinculados al régimen anterior, los que han aportado más datos sobre sus comportamientos, subrayando la ejemplaridad de Pepe Díaz en su enfrentamiento a los hombres de Moscú, cuando defendió a Francisco Largo Caballero. Las aportaciones históricas abiertamente antifranquistas han infravalorado las figuras de Pepe Díaz y Saturnino Barneto, junto con las realidades sociopolíticas sevillanas del período republicano. De manera que siendo Sevilla el bastión del comunismo español, la base de su reorganización a partir de 1927 con la incorporación de Pepe Díaz y una decena de anarquistas, la sede de la primera Semana Roja de España, el foco más conflictivo del país, queda en segundo plano cuando no sacrificada en el altar de la ingratitud.

Hace ahora más de 30 años que nosotros solicitamos al Ayuntamiento que concediera rotular calles con los nombres de varias personas vinculadas a las izquierdas sevillanas. Algunas ya la tienen, como Pepe Díaz, Saturnino Barneto, Diego Martínez Barrio, Pedro Vallina y Melchor Rodríguez, aunque nuestra propuesta fue rechazada entonces.

Pepe Díaz tiene una calle desde hace pocos años, que fue solicitada por nosotros en 1983, pero Saturnino Barneto ha estado olvidado hasta hace unos meses, cuando conseguimos que el Ayuntamiento le concediera un lugar en el callejero. Saturnino Barneto fue el primer español muerto en el exilio soviético, hombre ejemplar y entregado a la defensa de los obreros. Sevilla les debe a ambos un homenaje a su memoria, como podría ser el traslado a nuestro cementerio de sus restos mortales. Pepe Díaz está sepultado en Tbilisi (Georgia), y Saturnino Barneto en el cementerio moscovita de Novodevichi, en la sección 67, nicho 20. Pepe Díaz tiene además un mausoleo que pudo trasladarse. En noviembre de 1985, el Ayuntamiento aprobó dedicar un monumento a todos los que dieron su vida por España. Huelga decir que el monumento sigue pendiente.

Pepe Díaz y Saturnino Barneto fueron anarquistas en sus comienzos y pasaron al Partido Comunista de España en 1927, atraídos por Alexis Ivanovich Katezbencov, agente de la GPU soviética.

Aniversario

El 19 de marzo de 1992, nosotros escribimos en Abc un artículo en memoria de la muerte de Pepe Díaz. Y decíamos: Mañana se cumple medio siglo de la muerte del sindicalista y político sevillano José Díaz Ramos, secretario general del Partido Comunista de España, en Tbilisi, capital de Georgia, república de la Unión Soviética. Con la fecha de su muerte, como con la de su nacimiento, ha existido confusión, ya superada. Pepe Díaz, nombre con el que se le conocía popularmente, había nacido en el barrio de la Macarena, en un modesto corral de vecinos de la antigua calle Huerto –hoy General Bohórquez–, número nueve, a finales del siglo XIX: el año 1897, según él mismo afirmó en 1935, en una breve autobiografía de urgencia para enviar a Moscú; en 1896, según la biografía oficial del PCE, o en 1895, según el testimonio de su única hija, Gardenia, recientemente avalado por la documentación oficial del Registro Civil de Sevilla. Igual sucedió con el día y el mes de su nacimiento, erróneamente fijados el 27 de abril, cuando fue el 3 de mayo. Y su muerte, fechada correctamente el día 20 de marzo de 1942, fue adelantada un día por algunos historiadores o retrasada al 21 o 22, por otros, por errores disculpables.

El nombre de Pepe Díaz, como dirigente obrero sevillano durante el primer tercio de nuestro siglo, sus actuaciones como secretario general del PCE durante la República y la Guerra de España, su exilio en la URSS, permanecen en el olvido para las actuales generaciones. Sin embargo, Pepe Díaz fue una de las más singulares figuras humanas, sindicales y políticas básicas de nuestra reciente historia.

Para los lectores habituales de Abc no resultará extraño que reivindiquemos la memoria histórica de Pepe Díaz, anarquista y comunista. Lo verdaderamente extraño hubiera sido que desde las páginas de Mundo Obrero o El Socialista, se recuperara la memoria de Ramiro de Maeztu o Miguel Primo de Rivera. En las páginas de A B C, desde Julián Besteiro hasta Marcelino Camacho, pasando por lndalecio Prieto y Enrique Múgica, hombres de izquierda han tenido oportunidad de exponer su pensamiento. Y así es como se promueve la convivencia, acercándose a la historia sin prejuicios previos, con la única intención de rescatarla del olvido.

Sevilla le debía a Pepe Díaz una calle y un homenaje a su memoria, como respuesta elemental a un sevillano que tiene un lugar en la historia contemporánea. Sevilla tiene que ser respetuosa con sus hijos. Sevilla tiene que ofrecerle a Pepe Díaz, por lo menos, lo mismo que le ofreció la Unión Soviética... Dentro de unos meses, en Canal Sur Televisión, se podrá ver una breve película del entierro de Pepe Díaz en Tbilisi, documento excepcional, felizmente rescatado por Alfonso Artesero, que demuestra el respeto y admiración que las autoridades soviéticas y el pueblo georgiano tenían por el sindicalista y político español nacido en Sevilla.

En octubre de 1984 presentamos al Gobierno socialista del Ayuntamiento sevillano la propuesta, razonada y documentada, en favor de que se rotulara una calle de la ciudad con el nombre de José Díaz Ramos. Varios años antes, un buque de transporte soviético atracó en el muelle de Las Delicias, para descargar maderas y cargar arroz. Se llamaba «José Díaz». En 1960, casi veinte años después de su muerte, las autoridades de Tbilisi le dedicaron un mausoleo magnífico. Las nuevas y conocidas circunstancias que viven las repúblicas exsoviéticas añaden nuevos incentivos a la idea de la hija de Pepe Díaz, Gardenia, de trasladar a Sevilla sus restos y el citado mausoleo. Un objetivo irrenunciable.

No tiene ningún sentido que el primer Ayuntamiento democrático de Sevilla olvidara a Pepe Díaz y, por el contrario, dedicara a Carlos Marx una de las grandes avenidas de la barriada de Las Candelarias.

Desde octubre de 1984 hasta 1990, no le han faltado al Ayuntamiento de Sevilla oportunos recordatorios sobre la deuda contraída con la memoria de Pepe Díaz. Con motivo de la presentación de la biografía de Joaquín Benjumea Burín, insistí en la propuesta de dedicar una calle a Pepe Díaz y a otros personajes de la época, así como instalar una placa en la fachada de la casa número uno de la calle Almirante Ulloa, conmemorativa del nacimiento en nuestra ciudad de dos personas ejemplares, los hermanos Rafael y Joaquín Benjumea Burín, condes de Guadalhorce y de Benjumea, respectivamente. Se trataba de rendir homenaje de gratitud a quienes se lo merecían, superando, además, cualquier motivo de intolerancia. La historia de la ciudad debe estar por encima de todo tipo de resentimiento. Por el contrario, la recuperación de la memoria histórica sirve para fomentar la convivencia.

De manera que, pese a estar reciente la injusta eliminación del nombre del general Queipo de Llano del nomenclátor, con evidente desprecio de la historia, y la retirada con nocturnidad de la Cruz de los Caídos, para tirarla después en un vaciadero de basuras de La Corchuela, insistí en la propuesta de rotular una calle, plaza o avenida con el nombre de Pepe Díaz. Y añadí nuevos nombres con los que Sevilla está en deuda. Fueron estos: Melchor Rodríguez García, anarquista, director general de Prisiones en 1937, conocido en Madrid como El Ángel Rojo, por haber salvado miles de vidas. Saturnino Barneto Atienza, comunista, dirigente portuario, primer español muerto en el exilio soviético, hombre ejemplar y entregado a la defensa de los obreros. José Manuel de Puelles de los Santos, médico, republicano, asesinado en 1936 por ser presidente de la Diputación. Antonio Ariza Camacho, médico, exconcejal republicano, asesinado en 1936. Horacio Hermoso Araújo, comerciante, asesinado en 1936 por ser alcalde de la ciudad. En todos los casos, hombres ejemplares, profesional y humanamente, de intachable trayectoria al servicio de sus ideas y de Sevilla, En noviembre de 1985, el Ayuntamiento aprobó dedicar un monumento a todos los que dieron su vida por España. Huelga decir que tanto las calles como el monumento siguen pendientes después de más de seis años.

La historia sociopolítica de Sevilla de la primera mitad del siglo mantiene aún grandes lagunas en lo que se refiere al anarquismo y comunismo. Otros campos han sido más afortunados con las aportaciones de los profesores José Manuel Macarro Vera, Leandro Álvarez Rey y Alfonso Braojos Garrido, que han abierto nuevos cauces para futuras investigaciones. Otro campo por explorar es la Falange sevillana anterior al verano de 1936. Tiempo al tiempo. Hoy nos preocupa recuperar la vida sindical y política de Pepe Díaz, con la mayor objetividad posible, como se merece el personaje.

La vida de Pepe Díaz tiene varias etapas bien definidas. La primera comienza a los once años de edad, cuando empezó a trabajar como aprendiz de panadería y vive en propia carne la injusta situación obrera. No olvidemos que más de dos tercios de la población de Sevilla eran obrera y residía en corrales de vecinos y suburbios. La segunda, en 1914, con diecinueve años, cuando se afilia al sindicato panadero anarquista La Aurora, donde destaca por su carisma y alcanza, en sólo tres años, un puesto en el Comité Provincial de la CNT. Luego hay una etapa de diez años, hasta la primavera de 1927, en la que Pepe Díaz se convierte en dirigente indiscutible del anarquismo sevillano, sufriendo cárcel y persecuciones. Ese mismo año, los agentes del GPU y del Komintern lo atraen al PCE, junto a una decena de compañeros que sería la savia anarquista que reorganizó el partido y convirtió a Sevilla en bastión del comunismo español. En 1932 fue elegido por Moscú secretario general del PCE. Desde entonces, hasta su muerte, el día 20 de marzo de 1942, Pepe Díaz consagró su vida al servicio del partido, con absoluta lealtad a la Internacional Comunista y a Stalin.

Cuando vivimos la desintegración de la URSS y del PCUS soviético, hay que recordar que, para Pepe Díaz y sus compañeros, Rusia era el paraíso obrero y Stalin el gran benefactor de la humanidad... Así lo proclamaban, no sólo los modestos obreros autodidactas, sino filósofos como Sartre, artistas como Picasso y poetas como Alberti.