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Actualizado: 15 may 2018 / 11:54 h.
  • Sevilla entera cabe en una casa
    Vista de un antiguo corral de vecinos en el interior de las Casas de la Judería. / Reportaje gráfico: Jesús Barrera
  • Sevilla entera cabe en una casa
    Detalle de la fuente reconstruida en el jardín de la Casa de los Padilla. / J. B.
  • Sevilla entera cabe en una casa
    Uno de los pasadizos subterráneos. / J. B.
  • Sevilla entera cabe en una casa
    Uno de los rincones del piano bar. / J. B.
  • Sevilla entera cabe en una casa
    Al asomarnos a la azotea comprobamos la extensión que ocupa todo el complejo de edificios que conforman las Casas de la Judería. / Jesús Barrera
  • Sevilla entera cabe en una casa
    Hasta 32 patios hay en el interior. / J. B.

Podría afirmarse que las Casas de la Judería es, en realidad, una ciudad secreta dentro de Sevilla de no ser porque, en estricto sentido, estamos dentro de una casa. Una casa con una puerta principal e infinidad de patios, caminos subterráneos, habitaciones y pasillos en su interior. La propietaria, Luna Medina Orleans-Bragança, frunce el ceño cuando se le preguntan por los metros cuadrados. «Muchos... no sé... todo el conjunto ocupa un espacio que iría desde Santa María la Blanca hasta San Bartolomé», dice. Es perfectamente un barrio dentro de un barrio. «¿Una casa palacio? Nosotros decimos que es una experiencia. Cuando llega el huésped le damos un mapa para que se sepa orientar aquí dentro», explica. Porque las Casas de la Judería es actualmente un hotel de cuatro estrellas donde trabajan de forma estable medio centenar de personas.

El padre de la actual responsable, el Duque de Segorbe, comenzó a adquirir estas propiedades en los años que precedieron a la Expo’92. En un principio se abrieron 30 apartamentos, hoy este complejo se compone de 134 habitaciones. «Quizás en el futuro podamos ser algo más grandes; por el momento hemos recuperado un adarve perdido y procedimos a restaurar reinventando en ocasiones pero siempre con el estilo sevillano presente», explica la también condesa de Ricla. «Nuestra principal obsesión es intentar ser lo más fiel posible a lo que estas casas significaron en sus orígenes, por eso cada una conserva, en la medida que hemos podido saberlo, el nombre de sus primitivos propietarios», explica. Palacio de los Zúñigas, Casa del Relojero o Corral de la Vaquería son algunos de los títulos que identifican a las distintas edificaciones que se arremolinan en un interior lleno de callejuelas que configuran una suerte de barrio de Santa Cruz en miniatura.

Con sus sorprendentes corrales de vecinos hoy casi totalmente perdidos, las Casas de la Judería llaman la atención por encajar estancias de inspiración y raigambre claramente nobles con otras que retratan la arquitectura popular de una Sevilla que hoy solo podemos contemplar en estampas de museo. «Todas las casas mantienen su puerta original para que se vea perfectamente cómo es la estructura de la misma», detalla Luna Medina.

En su extenso recorrido el Palacio de los Padilla constituye una parada de especial trascendencia histórica. «Es la casa más antigua de todas las que se reúnen aquí», explica la dueña. Con capiteles cincelados en Nápoles, los escudos de armas señalan a una familia importantísima en la Sevilla renacentista. En total vecindad con ella podemos asomarnos a través de una reja a la estrechísima sombra de la calle Verde, pletórica de vegetación, y corazón de la muy poco conocida Judería hispalense. Los escasos transeúntes que por ella pasan habitúan a asomarse curiosos al jardín de los Padilla donde una fuente que parece tomada prestada del Real Alcázar da la medida del glamour histórico con el que ha querido restaurarse esta villa perdida.

32 patios, más de un centenar de cuartos, casi 2.000 macetas y un túnel subterráneo por el que podemos recorrer todo el perímetro integran estas Casas de la Judería en la que se conservan vestigios romanos y una entrada, clausurada, a un pasadizo que se interna en las profundidades de la ciudad. Recorrerlo de noche aumenta la experiencia. «Y claro que también tenemos algún fantasma, casi todo el personal de servicio asegura haberlo visto o haberlo sentido, pero desgraciadamente a mí no se me ha presentado», lamenta Medina mientras enseña la joya de la corona de sus propiedades transitando de aquí para allá sin necesidad, sorprendentemente, de ir dejando miguitas de pan tras de sí.

Una notable colección de pinturas y grabados históricos cuelga de las paredes en las diferentes casas, todas ellas distintas en su interior, al igual que las habitaciones. En una de ellas, llamada La Cuba, durmió el escritor de novelas de terror Stephen King, arropado por unas paredes de singular color, el que le otorga el cordobán (una especie de cuero decorado con pan de oro).

Otro (micro) universo es el piano bar, donde si miramos al techo contemplaremos un recuperado artesonado de estilo mudéjar tardío que llama la atención por su color verde, que era original y que fue descubierto durante los trabajos de restauración. En este mismo espacio veremos una pequeña estancia más propia de casita de muñecas, amoquetada y con el techo también embellecido por una tela. Abre al público, en invierno, de 19.00 a 23.00 horas y, evidentemente, hay música en directo en las horas centrales.

Fuentes, estatuas, pedestales, columnas, solerías y un ingente conjunto de muebles de la época, ánforas, botijos, antiguas murallas... dan la sensación de estar en un auténtico museo. Si nos asomamos a la azotea descubriremos una vista inédita y tendremos, ahora sí, la completa certeza de hallarnos en el corazón de una casa en la que cabe, a su manera, toda Sevilla.

(POR AHORA) SOLO AL ALCANCE DEL HUÉSPED

No existe posibilidad (por ahora) de acceder como visitante al conjunto de las Casas de la Judería, aunque en la temporada invernal sí que podremos pasar un rato en el Piano bar. Si quiere tenerse la experiencia de dormir en algunas de las innumerables estancias del hotel tendrá que abonar un precio que oscila entre los 80 y los 400 euros, en función de la temporada y del caché de la habitación que contratemos. También es posible acceder al spa Las Termas de Híspalis, en el interior del establecimiento, contratar algún tratamiento y, de esta forma, poder recorrer las principales estancias del complejo.