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Actualizado: 16 may 2018 / 10:08 h.
  • La hermandad de Fuengirola cruzó el Guadalquivir en la barcaza de Coria junto a la no filial de Arroyo de la Miel. / Manuel Gómez
    La hermandad de Fuengirola cruzó el Guadalquivir en la barcaza de Coria junto a la no filial de Arroyo de la Miel. / Manuel Gómez

Coria del Río es un hervidero de devoción rociera. Sus vecinos se despiertan con el sonido de los tamboriles y las campanitas de las carretas. Las palmas y los cantes de los romeros alegran sus calles y esas abuelas de antaño se asoman a la casapuerta agarrándose fuerte a un bastón mientras se llevan la otra mano al pecho, guareciéndose del relente de la mañana con una rebeca de punto.

La brisa del Guadalquivir azota el paseo fluvial de Coria. Un peregrino alza la vista a la orilla de enfrente. Se refugia del sol bajo un sombrero panamá color crema. Una cinta azul indica su procedencia: Arroyo de la Miel. Aunque no es filial, esta hermandad se postrará ante la Blanca Paloma junto a la hermandad de Fuengirola, cuya carreta avanza en lo alto de la barcaza que la lleva de una a otra orilla.

«Cruzar el río siempre es especial, porque es una especie de frontera natural que te indica que ya estás más cerca de ella», cuenta María José después de empujar su carreta de Fuengirola para ayudar a los bueyes a subir la pendiente del embarcadero de Coria.

Los vecinos de Coria abren las puertas de sus casas a los romeros que desde lejos vienen para encontrarse con la Virgen del Rocío. «Cuando escucho el tamboril, salgo de mi casa para poder rezarle a la Virgen del Rocío», explica Fernando. Este coriano se confiesa «rociero desde que me parieron» –su madre se llamaba Rocío– y los achaques de la edad le impiden hacer el camino con la hermandad de Coria.

Mientras tanto, la frenética actividad de la barcaza no encuentra descanso. De un lado a otro, recogiendo y trayendo carriolas y todoterrenos. «Hermandad de Nuestra Señora del Rocío de Ronda», rezan los carteles que cuelgan de los vehículos. Tras varios minutos de espera, la corriente del río arrastraba las agudas notas de una flauta rociera que sonaba al son del tamboril. El Simpecado de Ronda se acercaba y los romeros que lo acompañan esperan ansiosos.

El carretero arreó a los bueyes, que arrancaron bruscamente provocando un mágico soniquete de campanillas viejas. Blanca y de madera, la carreta de Ronda buscaba la parroquia de la Virgen de la Estrella, patrona de Coria. «La hermandad de Ronda siempre llevará en su corazón a la patrona de Coria», declaró su hermano mayor, Antonio Martín. Están de enhorabuena los peregrinos rondeños, que cumplen 25 peregrinaciones como filial rociera, la número 88.

En Coria del Río parece que se para el tiempo cuando desembarca el Rocío. Los bailes por sevillanas de los romeros dejan a un lado la rutina de un pueblo que se convierte en punto de encuentro y acogida y se vuelca con los peregrinos, haciendo de sus calles una fiesta de la fe rociera.