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Actualizado: 01 abr 2019 / 12:12 h.
  • Degenerando, degenerando...

Ya lo dijo Belmonte...

La historia es sabida. Luis Mazzanttini, aquel bizarro estoqueador decimonónico con apellido de tenor, acabó cambiando la espada por el bastón de mando. Don Luis –único torero al que se le anteponía el tratamiento- era un caso peculiar. Hijo de un ingeniero italiano y de una señora vasca, pasó su juventud en Italia antes de volver a España enrolado en el séquito de aquel rey apócrifo de brevísimo reinado: Amadeo de Saboya. Se dedicó tarde al toreo y fue contemporáneo de Guerrita, al que acabó imponiendo el sorteo de las reses, que quedó institucionalizado desde entonces. Después de cortarse la trenza se dedicó a la política: fue concejal en Madrid, diputado provincial y hasta gobernador civil de Guadalajara y Ávila. Más anecdótica es la historia –que cuenta con múltiples versiones- de aquel banderillero de Belmonte que llegó a gobernador. El Pasmo de Triana lo encontró, pasados los años, presidiendo no sé qué festival. Los amigos le preguntaron qué como había llegado hasta ese puesto desde su cuadrilla: “degenerando, degenerando” fue la respuesta del genial torero.

Del ruedo al escaño

Y degenerando, degenerando ya había otros toreros metidos a políticos. Uno de los más activos es el diestro cordobés José Luis Moreno, que anda dando la batalla desde las filas del PP a la alcaldesa socialista de Córdoba, la inefable Isabel Ambrosio. Los populares, por cierto, han decidido ponerse de frente después de llevar demasiados años de perfil. En sus listas también concurre otro torero que, como Moreno, tuvo muchos y buenos partidarios. Hablamos del malagueño Salvador Vega, que peleará un escaño desde la capital de la Costa del Sol. Casado, el líder popular, también ha fichado a su propio coletudo en las listas de Madrid. Es Miguel Abellán, matador madrileño de cierto halo mediático que marcará la cuota taurómaca en el foro. Pero no se vayan, que aún hay más. Ya conocen de sobra el papel jugado por Morante de la Puebla en la campaña de Vox, que tuvo un indudable impacto. Su líder, Abascal, contará con otro matador para enarbolar la bandera taurina en Cataluña. Es Serafín Marín, ese torero de triste figura que asistió entre lágrimas al derrumbe de la fiesta en su tierra en aquella vergonzante sesión de su parlamento que escondía otras claves. Y en Sevilla, ojo, también tenemos otro aspirante a torero que –degenerando, degenerando- ha llegado a candidato popular a la alcaldía de la ciudad de la Giralda. El autor de este Observatorio Taurino –con casi 30 años menos- recuerda nítidamente su debut en el festival homenaje a la Mujer Cordobesa que se organizaba en la plaza de Los Califas en remedo de las becerradas del Club Guerrita. Les recuerdo hasta la fecha y el cartel: Fue el 27 de mayo de 1991. Se lidiaron becerros de los Hermanos Centeno Guerra que fueron despachados con distinto acierto por los aspirantes a fenómenos Nelson Villegas, Paco Asensio y Javier Castro. Beltrán Torres –así se anunciaba en los carteles taurinos el político popular Beltrán Pérez- actuó en tercer lugar. Se entregó como un jabato, brindó a las doñas que llenaban los tendidos y encalló con la espada. Aún tiene que acordarse de la oreja que cortó. Beltrán no ha olvidado esos pinitos; tampoco ha escondido su afición mientras sus compañeros preferían esperar a que cambiara el viento. Beltrán es primo de los hermanos Javier y Borja Jiménez Avecilla, esos buenos toreros de Espartinas a los que acompañó este fin de semana a un tentadero en casa de Fernando Sampedro. Por cierto: su padre, Javier Jiménez, el antiguo teniente de alcalde de la localidad aljarafeña, se ha decantado por Vox después de su etapa popular. Ya lo dijo Ortega y Gasset: para conocer la historia de España hay que entender la de las corridas de toros. Pues eso.

De una cosa a la otra

El debut en público de Beltrán Torres (Pérez) se produjo en la misma feria de la alternativa de Finito de Córdoba, que anda reverdeciendo laureles a una edad en la que otros matadores suelen estar disfrutando de su retirada. Los concertinos del antiguo ídolo cordobés en las plazas levantinas de Valencia y Castellón han tenido eco en las redes y las crónicas. No sé si es demasiado tarde pero el mismo que firma estas líneas vivió sus mejores años de aficionado en pos de aquel torero que había revolucionado la dormida ciudad califal. Primero fue en competencia con otro novillero excepcional: Rafael González ‘Chiquilín’. Después, codeándose con los grandes en una larga trayectoria en la que han sobrado demasiados dientes de sierra. Finito pudo. No siempre quiso. Aún estamos a tiempo de verlo. Y también vamos a estar a tiempo de vivir el penúltimo bolo de José Tomás que ha puesto todas sus complacencias en el empresario sevillano José María Garzón. Garzón ya fue el catalizador de su única aparición de 2018 en la plaza de Algeciras. Ahora lo ha contratado en Granada, dentro de un extrañísimo cartel en el que Tomás estoqueará cuatro toros de distintas ganaderías escogidos para la ocasión acompañado del rejoneador Sergio Galán, que despachará otros dos galafates. Ya lo dijo Papuchi. Raro, raro, raro...