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Actualizado: 04 sep 2018 / 11:04 h.
  • El verano peligroso

De Belmonte a Albacete en una UVI móvil

La secuencia es conocida: un toro de Las Monjas había alcanzado a Manuel Escribano en la arena caliente de la placita de Belmonte. La escena es habitual cuando agosto toca retirada y el toro del verano se haya en su apogeo. Era una cornada grave, pero una cornada más que se convirtió en un calvario indeseado cuando el médico del coso manchego, un tal Albendea, despachó al torero con una cura apresurada, casi de botiquín de colegio. A partir de ahí la historia es más que conocida. El Tato, apercibido del verdadero alcance de la herida, forzó el traslado de su matador hasta Albacete para ponerse en manos del doctor González Masegosa, que tuvo que empezar desde cero para reparar los importantes daños producidos por el pitón. Escribano está vivito y coleando para contarlo y no tardará en volver a la cancha. Su elegancia y temple personal se han hecho presentes en la forma de denunciar el problema de forma global sin detenerse a descalificar a nadie. Le honra, una vez más. Pero llovía sobre mojado. El propio Masegosa ya se había encontrado con otros platos rotos que, a priori, no tenían que haber pasado por su mesa de operaciones. Hablamos de algunos casos recientes como el de David Mora, que se fue en su propio coche desde Socuéllamos hasta Albacete. O de El Niño del Barrio, que apareció con la femoral rota y la muerte trepando por los muslos... Conviene recapitular ¿Cuál ha sido la realidad histórica de la cirugía taurina? La especialidad, que no es tal oficialmente, siempre se nutrió de cirujanos de prestigio que se movían única y exclusivamente por afición, más allá de cualquier recompensa en lo económico. El radio de acción pertenecía a las plazas de su ámbito geográfico. Todos tenemos algún nombre en la cabeza, desde Aragón a la Baja Andalucía, pasando por Madrid, las dos Castillas, las provinciales orientales de Andalucía... El problema viene, una vez más, en el apartado de las cuentas, cuando se pretende cumplir el expediente agarrándose a los mínimos. Si se pretende abaratar el asunto contando con profesionales y equipos sin verdadera competencia en la cura de las heridas de asta, mal vamos. Pero este enojoso asunto compete a todos, también a los toreros que muchas veces se preocupan más por tal o cual sobrero que por saber -les da tela de yuyu- qué o quién está detrás de la puerta de la UVI móvil o la enfermería.

De la Goyesca y el precioso traje de Morante

El vestido que sacó Morante en el tradicional festejo rondeño merece comentario aparte. El nombre de su diseñadora, Vicky Martín Berrocal, había despertado el habitual ‘run run’ en el ámbito del corazoneo. Pero es que la diseñadora sevillana ha sorprendido haciendo un auténtico ejercicio de recreación histórica en diseño, costura, colores y materiales hasta alumbrar el traje de majo más fiel a la época que se pretende recrear. La Goyesca de Ronda merece ese esfuerzo que también pertenece al afán enciclopédico del diestro de La Puebla, que en los últimos años ya había desempolvado las chaquetillas de delanteras bordadas de la Edad de Plata para los trajes de luces habituales. El traje de la Berrocal se completaba con un fastuoso capote de seda tornasolada y la clásica redecilla dieciochesca, que el torero mantuvo siempre puesta. Ése es el camino a seguir, más allá de los trajes pseudogoyescos que han formado una moda aparte pero nada tienen que ver con la época -el siglo XVIII- en la que se fundó el toreo.

Algún rescoldo del bombo de Simón Casas

¿Qué podemos decir? La jugada le ha salido redonda al productor, que se ha encontrado con un cartel de campanillas -Ureña, Talavante y Fortes para estoquear la corrida de Victoriano del Río- unida a la presencia del propio Talavante para echar abajo los ‘grises’ de Adolfo Martín. Ojo: ya comentamos que el sorteo de toreros y ganaderías se ha visto revalorizado por las necesidades de Talavante y la resurrección de Urdiales. Casas ya profetiza desde su alminar que ese bombo puede ser el futuro de Otoño. En tiempos de decadencia, ya lo saben, vuela la imaginación. Si los grandes aceptaran pisar Madrid entre septiembre y octubre cambiaría mucho la cosa. Ésa sí que sería una auténtica revolución.