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Actualizado: 24 sep 2016 / 12:02 h.
  • Joselito tomó la alternativa en la feria de San Miguel de 1912. El padrino fue su hermano Rafael /Archivo A.R.M.
    Joselito tomó la alternativa en la feria de San Miguel de 1912. El padrino fue su hermano Rafael /Archivo A.R.M.

La cartelería taurina es el último rescoldo de una fiesta que en otro tiempo gozó de un gran predicamento. La feria de San Miguel, que se resucitó efímeramente en su vertiente lúdica a comienzos del siglo XXI, fue creada por José María Ybarra en 1875. Nicolás Salas recuerda que se trataba de montar una segunda feria ganadera que, con los años, quedaría eclipsada por la pujanza –en el aspecto lúdico– de las casetas de Abril. La de San Miguel mantuvo su carácter ganadero hasta su sentencia definitiva en 1970. Sólo sobrevivieron las corridas de toros...

El punto de partida a este descenso por la historia de los festejos otoñales lo marca la alternativa de Gallito, el 28 de septiembre de 1912. El coloso de Gelves toreó los tres festejos de aquel año y su nombre no vuelve a figurar en la cartelería de San Miguel hasta 1915, estoqueando en solitario un encierro de Santacoloma que le valdría la primera oreja concedida en la plaza de Sevilla. Son los años de Gaona, Belmonte o el Gallo que al año siguiente desoreja un toro de Gamero Cívico por partida doble por primera vez en el coso maestrante. La efímera Monumental de Sevilla, alentada por el propio Joselito, hace duplicar la feria en dos escenarios los tres años que estuvo en funcionamiento. Rafael el Gallo escogería la plaza de Eduardo Dato para despedirse –con billete de vuelta– en 1918. Su hermano no se lo perdonaría. En 1920 aún actuaría el infortunado Granero que había tomado la alternativa el día anterior, en la misma feria pero en otra plaza: la de la Maestranza.

La muerte de José sella esa época y abre la puerta a una nueva generación de toreros. En Sevilla brilla con luz propia el nombre de Chicuelo junto al de Marcial Lalanda, Algabeño, Posada... También hay que anotar la alternativa de otro torero caído, Manolo Litri. El genial diestro de la Alameda de Hércules corta un rabo en 1924; otros dos se anota Belmonte en 1925 y 1926. Pero el trianero corta ¡dos! en el 27 para celebrar las Bodas de Plata de la alternativa de El Gallo. Sevilla ya apunta a la Exposición Iberoamericana del 29, resuelta con tres tardes en San Miguel que aprovecha Marcial para llevarse los máximos trofeos, los mismos que obtiene Manolo Bienvenida en 1930 para cerrar la década.

Los años 30 conducen sin remedio a la Guerra Civil. No habría feria en 1936 ni 1937 pero antes hay que anotar otros triunfos como el rabo logrado por Antonio Pazos en la novillada de 1932. En 1938 retorna cierta normalidad. Pepe Luis, que actúa ese año como novillero aparece como matador en el cartel del 40. Es el momento de una nueva generación de toreros eclipsados por la poderosa aura de Manolete, que no llegó a anunciarse nunca en los carteles otoñales. Hablamos de Gitanillo, Ortega, El Andaluz o el gran Carlos Arruza, que corta tres orejas en 1946, los mismos trofeos que se lleva Parrita un año más tarde y Manolo González en el 49. En los 50 aparecen otros nombres, como el de Antonio Ordóñez aunque el acontecimiento de la década –además de las tres orejas de Ostos en el 57– es la alternativa de Diego Puerta en el 58 que nos lleva de la mano a los prodigiosos 60. Es el tiempo de Romero, Ostos, Mondeño o El Cordobés además de un jovencísimo Paquirri, que corta tres orejas en el 66.

Poco hay que contar en los ásperos 70, más allá de las tres orejas de Marismeño en 1972, cúspide de una década en las que se repiten nombres como el de Manolo Cortés, Rafael Torres o José Antonio Campuzano. El repaso a los 80 ofrece más titulares: el primero es la presencia de Manolo Vázquez en las tres temporadas de su reaparición: 1981, 1982 y 1983. La primera tarde de 1984 se aplazó por la muerte de Paquirri, enterrado a la misma hora que había que sortear. Aplazada a la mañana siguiente fue el escenario de la mejor tarde de Pepe Luis Vázquez en Sevilla. Otro Pepe Luis –Vargas– corta cuatro orejas en el San Miguel de 1985. En 1987 toma la alternativa Luis Miguel Calvo, filmada para ser incluida en el capítulo final de la recordada serie Juncal. Un año más tarde hay que apuntar el triunfo de Roberto Domínguez.

Cambiamos de década y aparecen nuevos nombres junto a otros más añejos como el de Curro Romero, que dobla en 1992, el mismo año que el rey Juan Carlos presencia dos de las corridas y Jesulín se reivindica con un torazo de la Viuda de Garrido. En el 93 hubo hasta aviso de bomba y en el 95 hay que anotar a Emilio Muñoz saliendo por la Puerta del Príncipe. La edición de 1998 tenía el aliciente de ver encerrarse a Joselito con seis toros aunque el gesto acabó en fracaso y se saldó con la retirada inesperada del madrileño. La cosa cambia un año después. Ponce abre la única Puerta del Príncipe de su carrera el mismo día que se despedía Litri. Un año después llegarían los escándalos: la caída del cartel original de Curro Romero y Morante –también de Manzanares– sentenciaría la retirada del camero y las malas relaciones del torero de La Puebla con la empresa Pagés, que ese año había quedado en manos de Eduardo Canorea y Ramón Valencia por el fallecimiento del recordado Diodoro Canorea.

En la historia más reciente hay que anotar la retirada de Espartaco en 2001 y triunfos resonantes como el de Víctor Puerto en 2002 pero, sin lugar a dudas, el mayor acontecimiento fue en 2012. Manzanares abrió su última Puerta del Príncipe. Por ahora.