Facebook Twitter WhatsApp Linkedin Copiar la URL
Enlace copiado
Actualizado: 02 oct 2017 / 08:46 h.
  • Nuevos recortes en el calendario y cuentas que se resisten a cuadrar
    Morante pasó sin suerte por Abril y anunció su retirada después de torear en El Puerto. / Efe
  • Nuevos recortes en el calendario y cuentas que se resisten a cuadrar
    Pablo Aguado se convirtió en matador en la feria de San Miguel. / Efe
  • Nuevos recortes en el calendario y cuentas que se resisten a cuadrar
    El percance de Serna ensombreció la clausura de la temporada. / A. Delgado–Roig

La temporada 2017 ya está en la historia. La empresa Pagés ha organizado un total de 15 corridas de toros, una de rejones, siete novilladas picadas y cuatro sin picar que suman los 27 espectáculos taurinos de una campaña taurina que ha adelantado el cierre a la feria de San Miguel dejando en blanco, no sabemos si para siempre, la clausura tradicional del doce de octubre. Ha llegado el momento de echar números y hacer cábalas; de seguir cavilando en torno al futuro inmediato de una plaza que, ya lo analizábamos hace un año, ha cambiado de clientela y hasta de personalidad.

El abonado, definitivamente, ha cedido su puesto al espectador ocasional. Ramón Valencia, gerente de la empresa Pagés, lo tradujo a números: en 2017, con la flor y nata del escalafón anunciada en los carteles de la temporada maestrante, sólo se habían logrado sumar 129 nuevos abonados a los 160 que ya se habían incorporado en 2016. El desplome, eso sí, se ha detenido. Pero las cifras siguen estando muy lejos de los 6.500 que se alcanzaron en 2009. En la actualidad el número localidades abonadas no pasa de 2.500 y volver al estatus anterior se antoja inalcanzable. Ya no es necesario estar sujeto a la tarjeta de abonado para elegir los cuatro, cinco o seis espectáculos deseados y en la localidad apetecida. La ausencia de ventajas económicas o auténticos incentivos –la rebaja del 10 por ciento se ha solapado con el aumento de precio de algunas localidades– sigue figurando en el debe de la empresa. Los abonados supervivientes, mientras tanto, siguen demandando algún cariñito que se hace demasiado de rogar. Ésa es la verdad.

Pero es que la empresa también ha debido comprobar con estupor que algunos nombres que resultaban infalibles en la taquilla por sí mismos –apunten el de Morante o Manzanares– sólo redondean la recaudación en compañía de otros toreros de la primera línea. El caso es que la pescadilla se muerde la cola: un cartel de campanillas y a plaza llena, arroja pérdidas; los de medio tono, que antes servían de colchón económico y relleno del abono, ya no concitan interés... En esa tesitura, el futuro de la actual arquitectura de la temporada está en la picota. La del 12 de octubre, una fecha devaluada, ha sido la última cita tradicional en caer del calendario. ¿Habrá más?

Pero también se habló de otras cosas en la temporada que se fue, como la insoportable duración de los festejos, que tocó fondo en 2017. Se ha ensayado una nueva salida del ruedo del caballo de picar que no ha servido para casi nada. La solución global empeña a todos: empezando por los matadores y terminando por la autoridad. El manierismo de los tempos es una de las peores taras que ahora soporta el espectáculo. Y hablando de días y horas: se ha estrenado un nuevo calendario para los festejos picados de junio que tiene visos de prevalecer. Del domingo pasan al jueves; de la tarde, a la noche. Se ha agradecido el cambio. Sólo queda que atraiga a más público.