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Actualizado: 20 feb 2018 / 10:28 h.
  • Y Diego Ventura cogió su fusil

Tambores de guerra en las marismas...

Las claves de la rueda de prensa convocada ayer las tienen en El Correo de papel. Las declaraciones completas de Diego Ventura y su apoderado, Pablo Lozano, también pueden ser consultadas en esta web. Nos interesa ahora ir más allá de los hechos para conocer sus antecedentes; también sus posibles consecuencias. El enfrentamiento con Ramón Valencia en torno a la ganadería a lidiar en la plaza de la Maestranza eclipsa otras guerras. Son las mismas que separan a gran parte de las figuras actuales -que tampoco son muchas, ésa es la verdad- con el senado de la patronal taurina: léase ANOET. En el mismo envite, el jinete cigarrero se dolió de no estar en Sevilla pero también lamentó su ausencia de plazas como como Logroño, Pamplona, Bilbao o Jerez. Detrás de esos alejamientos se pueden encontrar algunas circunstancias, como su ruptura con los Matilla -perejiles de tantas salsas- o la entrada en escena de la rejoneadora Lea Vicens a la que apodera y ampara el ínclito productor francés Simón Casas. Pero se puede ir aún más allá: la aplazada rivalidad con la única figura ecuestre de su mismo nivel también le ha sacado de otros escenarios. Ventura repite hasta el cansancio que la inexistente coincidencia y competencia con Pablo Hermoso de Mendoza no es cosa suya. Pero esa guerra fría también supone el veto directo o indirecto de las plazas de la órbita Chopera, reforzada con los caudales mexicanos de Alberto Bailleres. El caso es que todos estos ingredientes sitúan al hijo adoptivo de La Puebla del Río -recibirá muy pronto el nombramiento- en las afueras de los cuatro ases del empresariado taurino que, visto lo visto, prefieren seguir haciendo palotes en vez de apostar por la excelencia y el futuro. Lo decíamos la semana pasada y lo repetimos ésta: el rejoneo, hoy por hoy, se encuentra en la cuerda floja.

La alarmante crisis de una especialidad

Con Ventura navegando en su propia orilla -haciendo la guerra por su cuenta- y Hermoso renunciando a la única rivalidad posible, la especialidad vive momentos de medio tono que a duras penas pueden enjugar otros équites que, sin desmerecer sus méritos, gravitan en otra liga muy distinta. Pero es que la situación es paradójica. El espectáculo ecuestre, después de llegar a donde ha llegado, no puede ajarse en la lidia de ciertas ganaderías en determinadas situaciones y compromisos. El toreo a caballo ha avanzado tanto; ha logrado tantas cotas a lomos de cabalgaduras inolvidables domadas y preparadas por los propios Hermoso y Ventura -impensables en los sueños de los pioneros de la especialidad- que demanda nuevos retos, emociones renovadas y -sobre todo- la presencia de un toro bravo, de mayor codicia y durabilidad. Y ahí hay que darle la razón a Diego Ventura...

El rejoneador habla como aficionado

La apuesta de encerrarse en solitario en Espartinas en coincidencia con la corrida de rejones de la Feria de Abril invita a recordar algunos antecedentes. En la memoria próxima, el pronunciamiento de Morante de la Puebla, voluntariamente exiliado a la plaza de Jerez el 12 de octubre de 2003 después de no alcanzar un acuerdo con Eduardo Canorea y Ramón Valencia para hacerlo en Sevilla. Descendiendo en el tiempo es inevitable recordar aquella particular guerrilla de Manuel Benítez El Cordobés y Palomo Linares, que trotaron la piel de toro con la inmensa plaza portátil que había comprado el ciclón de Palma del Río para plantar cara a las empresas en las postrimerías de la década prodigiosa de los 60. Los tiempos han cambiado mucho y Diego Ventura se quejaba de las escasas perspectivas de este mundillo cortoplacista. “Como aficionado te preguntas muchas veces cuanto le queda al toreo porque a este paso le queda muy poco”, se cuestionó el centauro. El asunto da que pensar. Muchísimo...