Que 2018 sea el Año Europeo del Patrimonio Cultural es una magnífica ocasión para que, por primera vez, un evento de estas características reúna en una misma convocatoria a las administraciones públicas implicadas, a la Iglesia Católica como principal titular de este patrimonio y a las organizaciones de la sociedad civil que trabajan en este sector.
El primer objetivo de la hoja de ruta conjunta debería ser abrir el mayor número de horas posibles el patrimonio cultural religioso: templos, ermitas, conventos... que hoy se encuentran cerrados por la escasez de sacerdotes y la falta de soluciones imaginativas para solucionar un problema que incide en el turismo, una de las principales fuentes de ingresos de la economía española.
Jóvenes y mayores pueden nutrir un voluntariado cultural que ayude a mantener abiertos miles de sitios de gran valor histórico-artístico, que hoy se deterioran por falta de uso y que contribuyen al abandono del medio rural.
Los centros de enseñanza deben asumir un protagonismo importante en la promoción del patrimonio cultural porque no puede amarse y cuidarse lo que no se conoce. Fomentar en la infancia y la adolescencia el interés por el patrimonio es una responsabilidad colectiva de profesores, padres y alumnos que debe extenderse a todas las manifestaciones materiales e inmateriales de ese enorme tesoro que es nuestra herencia cultural.
En una coyuntura como la actual en la que crece el euroescepticismo abonado por las corrientes populistas y nacionalistas, que buscan el desmantelamiento de la Unión Europea con la ayuda de personajes como Trump y Putin, se necesita un especial esfuerzo de pedagogía social que ponga el acento en lo mucho que nos une a los europeos frente a las diferencias linguísticas o religiosas.
La Cumbre Europea del Patrimonio Cultural se celebrará en Berlín del 18 al 24 de junio de 2018 bajo el lema Compartir el Patrimonio-Compartir los Valores y tendrá como ejes transversales el respeto a la diversidad y el diálogo intercultural.